lunes, 23 de marzo de 2015

“Acordes y Desacuerdos”. Woody Allen. 1999.++++


Cosas del Jazz

Nos encontramos con una comedia original de Woody Allen, caracterizada por, una vez más, el guión. Uno de los puntos fuertes de la película es Sean Penn. Ese pedazo de actor que estuvo casado con Madonna. No, Sean Penn es mucho más que el ex marido de Madonna: es un actor soberbio. Así que un buen guión, con un buen actor, hace de “Acordes y Desacuerdos” una gran película. Lástima que acabe abruptamente, en el mejor momento de cine que tiene la película, que es al final, y que coincidirá con el momento más creativo del personaje. “Acordes y Desacuerdos” es, a su vez, una bonita historia de amor sin final feliz. Porque, tal vez, ser músico y enamorarse sea difícil. La artesanía del guión se encuentra en que es un falso documental sobre un falso músico de Jazz y una falsa historia. Sean Penn interpreta a un músico genial, creativo, y con una vida al límite del alcohol y del absurdo: las mujeres le gustan, pero se encuentran en segundo plano. Le son necesarias, pero trata de prescindir de ellas. Un día, haciendo una apuesta con un amigo, y después varias intentonas por ligar en pleno paseo marítimo con todas las chicas que por allí pasean, se sortean a dos chicas antes de entrarlas. Una baja y otra más alta. En la disputa al final Emmet Ray (Sean Penn) se lleva a la que quiere: la baja. Con la sorpresa de que es muda (Samantha Morton). Pero para no fastidiar al amigo, pasa el día con ella y con la otra pareja. Cual no será su sorpresa que empezará una relación sentimental con ella. Y así da lugar a una típico guión de Woody Allen, de un músico de Jazz muy creativo, pero excéntrico y bastante tarado con una lavandera muda. Y vamos pasando por la vida del Jazz: salas, grabaciones, juergas. Lo mejor de la película es al final. Emmet Ray deja a su compañera muda (la deja 500 dólares y desaparece), y sigue su vida, casándose con una escritora (Uma Thurman) que está tan volada como Emmet; pero es una relación fracasada. Los momentos estelares de la cinta –y donde el cine se convierte en cine- es cuando Emmet vuelve a buscar al que sin duda es el amor de su vida y la encuentra en el mismo paseo marítimo donde la conoció. Emmet le dice que se vaya a Nueva York con él, que tiene un contrato. Está colado por ella. Esta le da una nota. Emmet perfectamente entenderá lo que esa nota significa y tomará una dura decisión. Es en estos momentos donde el Cine se vuelve en Mayúsculas. Pues tanto el espectador como el personaje saben cuál es la decisión que toma, pero no se explicita como decisión. Emmet intentará seguir su vida, pero se emborrachará una noche. Serán los dos últimos años de la vida creativa, pero serán los dos mejores años para él y para el Jazz. La decisión es difícil, pero sin ella, se hubiera perdido un gran creador (ficticio). Son las cosas del Jazz y de la música. Emmet finalmente logra transmitir a su música la emoción que lo llevaría a tocar tan bien como Django Reinhardt.

Bloddy Sunday. Paul GreenGrass Crítica


Bloddy Sunday. Paul GreenGrass. 2002. Oso de oro festival de Berlín.

 ...muestra como los hechos históricos se producen de un modo absurdo, engendrando violencia y más violencia.



Como característica de esta película singular diré que consigue un logro cinematográfico como nunca había sentido, aunque no se si por los mismos hechos que narra, donde las fotografía reales me provocan la misma sensación, o porque es realmente dificil conseguir ese efecto en lo que es cine. Con ella el espectador siente que está en medio de la manifestación de aquel “Domingo Sangriento”, cuando los paracaidistas británicos dispararon a los manifestantes católicos de Irlanda del Norte, que reclamaban derechos civiles. Esto lo consigue el director mediante el viejo truco de la cámara en mano, forma de rodar cine que nunca me ha gustado; pero que quizá en una película-documental de estas características sea formalmente preciso. Así como por los efectos de sonido: los disparos de pelotas de goma suenan reales, así como las piedras que chocan contra las tanquetas. Revisadas las fotografías de aquel día, debo decir que la película está realmente conseguida, pues cuando se ve uno piensa que es realmente el lugar en el que se dan los hechos descritos y que efectivamente se está rodando en 1972, y no en 2002. Esto es: es un falso documental o una falsa película, dando lugar a una película-documental. Las calles parecen las de Derry de 1972: se ven las mismas alambradas, los mismos carteles, los mismos muros, las mismas calles, los mismos charcos, y las personas que salen en la fotografía parecen hasta las mismas de las fotografías. Sin embargo, la película es, como hemos dicho, de 2002. Así que el efecto es que estás allí. La manifestación es pacífica. Los irlandeses católicos (Republicanos) deciden hacer una manifestación por sus derechos civiles que les son negados, entre ellos el del procedimiento de habeas corpus y las detenciones sin proceso judicial. Todos eso no lo explican en la película, en la V.O., así que el no informado no sabe bien cuáles son los motivos por los que se manifiestan. Vista la película doblada quedan más claros los motivos de la manifestación. Lo que se palpa es que detrás hay un conflicto religioso-político. Los católicos y los protestantes viven y conviven (es un decir, porque los barrios de una y otra religión están separados por alambradas) en Irlanda del Norte, y a su vez se relacionan sexualmente entre ellos –hay varias parejas mixtas católicos y protestantes en el film, entre ellas las de los dos protagonistas: el congresista y el joven, cuya novia es protestante y debe pasar las alambradas del barrio católico para verse con él-; aunque es difícil discernir en que posiciones de extremismo que hay entre ambas posturas (unionistas y católicos), se advierte que la cosa anda caliente desde hace algún tiempo. Por de pronto, la manifestación es pacífica y prohibida, pero se palpa en el ambiente que va a pasar algo gordo en ella, por la tensión con la que se rueda. Y el espectador palpa esa tensión. Por lo que se ve los hechos han sido juzgados nuevamente y sobre esos nuevos juicios se ha montado la película. Hay unos montajes en paralelo entre "la dirección de la manifestación" y "las fuerzas del orden". Aunque llamar fuerzas del orden a los paracaidistas es un decir, pues éstos tienen más ganas de entrar a desordenar que otra cosa. Lo agravante es que portan armas bélicas, y se pintan la cara como si estuvieran en guerra. Del lado católico también se tiene gana de gresca, solo que parece que es desigual: se ve alguna pistola de miembros del IRA, o cuando éstos sacan un rifle de caza, los propios manifestantes lo reprimen. A fin de cuentas, parece desproporcionada la fuerza paracaidista. El Jefe de Policía local se comporta como el "angel bueno" del jefe militar que va a llevar la operación: que le avisa de que la fuerza va a ser desporporcionada. En un principio, los paracaidistas tienen claro que van a entrar en acción, y que van a actuar duro, para detener a grupos de sediciosos católicos a los que responsabilizan de altercados en anteriores enfrentamientos. Pero se les irá de las manos.  Un grupo de jóvenes quiere que la manifestación vaya al ayuntamiento, pero esa calle está cerrada por barreras y antidisturbios. El grueso de la manifestación discurre por otras calles que está abiertas (hay mujeres, niños, familias). Nos dejan claro que la manifestación está prohibida, pero posiblemente sea injusta esa prohibición. Los jóvenes empiezan a lanzar piedras a los antidisturbios, y ven a los paracaidistas detrás de las alambradas y los muros. Los hechos los cuentos sin spoiler porque eso se sabe por las fotografías y porque son reconocidos hechos históricos. EL hecho cinematográfico es otro. Luego empiezan los gases lacrimógenos, las pelotas de goma, los chorros de agua… y por último los disparos. Pues bien, lo angustioso de la película es la sensación que se tiene de que en algún momento te van a dar un pelotazo o una de las balas te va a dar a ti. Y te preguntas ¿Cómo es posible que yo esté aquí metido defendiendo la causa de una banda de católicos irlandeses?... moralmente siento que los disparos que efectúan los paracaidistas son injustos, por supuesto; pero tampoco veo a esos católicos muy pacíficos, lanzando piedras. El punto de inflexión dramático es cuando los paracaidistas empiezan a disparar a los manifestantes que están en una barricada, sin armas de fuego, y a rematarlos en las en el suelo, y a disparar a los propios manifestantes pacíficos. Lo habitual es pensar que unos jóvenes que lanzan piedras son antisistema. Pues en este caso, no. Por lo menos en el sentido de antisistema como nos los pintan hoy. Los jóvenes que aquí lanzan piedras visten como antisistema, tienen pelos largos, patillas, granos y parecen típicos muchachos de los 70 británicos: beben alcohol y se morrean con sus novias. Pero son católicos y van a misa, los curas católicos les conocen y les preguntan por su vida, llaman padre al cura. Así que, claro, de alguna manera me choca estar metido en medio de ellos y me choca, pues, el conflicto de Irlanda del Norte, porque es un problema religioso el que se dirime. Los católicos son allí una minoría, y como tal son tratados por la mayoría protestante: les dejan sin Poder y les tratan como delincuentes. Pero hay que tener en cuenta que estamos en religiones semitas, en religiones del “ojo por ojo”. Y eso es lo que se pone de manifiesto en la película desde mi punto de vista. A partir del Domingo Sangriento se organiza con mayor virulencia el IRA (Ejército católico de liberación -curiosa denominación católica para la "liberación" de no saber que en latinoamerica en concepto de "liberación" es católico y marxista a la vez), a su vez los paracaidistas británicos disparan por cuestiones de “ojo por ojo”. Y como decía Gandhi, budista, por el ojo por ojo –de estas religiones (eso lo digo yo)- va a quedar ciego el mundo. En fin una buena película. Y una muestra como los hechos históricos se producen de un modo absurdo, engendrando violencia y más violencia.

martes, 3 de marzo de 2015

Crítica del "El francotirador". Eastwood pese a todo, sale indemne.

El francotirador, de Eastwood, muestra dos cosas: que es un excelente director... y que, tal vez, ya chochea. En esto último no está tan claro. Pese a la disposción ideológica del film, que no es otra cosa que la disposición ideológica del personaje, hemos de dejar claro que el director, Eastwood, muestra, pero no juzga. Y en eso debemos destacar que sí sigue siendo el maestro que siempre ha acostumbrado ser. Con una gran factura técnica general en la película, la escena con el bebé de plástico y unos actores incapaces de coger un muñeco, completan una escena de traca. Es dificil imaginar como Eastwood ha dado por buena esta escena. Aunque bien dirigida, la pelicula, sin embargo a esa escena patética, sabes que detrás de las cámaras, en el resto del film, está uno de los cuatro grandes directores norteamericanos. De no ser que la escena del muñeco sea una "metáfora" irrisoria y absurda del "concepto de familia" que todo patriota tiene para con sus hijos. La película es fascista, porque el personaje lo es: simple como su cerebro, donde esa barba de legionario le queda muy de remacho. Toda la película es sencilla aparentemente, como el mecanismo mental del personaje, de no ser por los pildorazos trascendentales de Eastwood, que la envuelven en su habitual magisterio cinematográfico: dónde parece que no hay complejidad, la hay. Veamos: el personaje no siente ningún reparo de conciencia ante el tribunal de Dios y ante esa circustancia se fundamenta el patriotismo. A fin de cuentas Dios está con ellos, con los norteamericanos. Rodadas las escenas a lo "Objetivo Birmania" de Walsh, deja ese regustillo a clásico de los que gustaban a Garci y a los que no son Garci, como al que esta crítica suscribe.Cine americano, al parecer, de derechas, donde por suerte podemos decir que Eastwood lo que hace es "reflejar la mentalidad" de la ultra derecha, sin hacer juicios de valor. Y esto útlimo hay que subrayarlo. Y hay que subrayarlo para que quede claro.Eastwood, como decimos, no pierde su habitual estilo trascendental y católico ( el rifle, el polvo, la biblia), nos deja elementos a los espectadores para que reflexionemos sobre ello. Aunque yo lo tengo claro, de existir Dios, todos estos fanáticos de la ultra que asesinan en su nombre (en el del Altísimo), en el nombre de Dios, iran a infierno. Y en esas imágenes están las pocas pinceladas plenamente eastwoodianas del film. En el polvo el rifle y la biblia. Como hallazgo visual,destacaría unas calaveras en los tanques que pasan terroríficas en los planos. Y eso es eso lo que son los americanos: puro terror llevando la democracia pegando patadas en las puertas, por muy malo que sea el yihadista del taladro, esas imágenes de los marines entrando en las casas hablan por sí solas. Y el espectador con seso sabe que eso se tiene que juzgar, y Eastwood lo sabe. En el cine, quien juzga los hechos morales es el espectador: y eso Eastwood siempre lo ha respetado y en esta lo sigue haciendo. El "alter ego" de el francotirador américano es el fracontirador sirio. Es "el malo", y no es baladí que así los llamen "el malo", en la simplicidad maniquea de los soldados. Porque en la película solo hay eso: "malos", solo que en ambos bandos (en el yihadista musulmán por elipsis)se tienen por sí, y en su conciencia, por "buenos", tanto los yihadista musulmanes que defienden su terreno, como los yihadista americanos invasores. Y así funciona. Lo que se comprende con esta película, viendo las imágenes de lo que ha ocurrido en Irak, es que en esta guerra, así como otras guerras en el mundo musulmán, han causado y están causando un hervidero de violencia innecesario y terrible, donde la extrema derecha religiosa campea y se mueve, en su simplicidad mental, haciendo lo que quiere: sin ley, sin moral y sin tribunal de conciencia: Queriendo ser limpios en sus altos ideales ( Religión, Familia y Patria), están ponzoñosos: en el fondo nada de lo que se hace está justificado cuando con un rifle se dispara a otro o se invade paises por intereses espúreos, no lo olvidemos. Ni siquiera esos altos ideales absolutizados y fetichizados por una educación tal recibida en la infancia,como se muestra que es la recibida por el francotirador texano, así como poca autonomía en la reflexión propia en la simplicidad del pensar "el bien" y "el mal". Y todo ello amparándose en sendos libros, Corán y Holy Bible, escritos con la mano de Dios. Eastwood, para mí, queda indemne, pese a todo.

La poética en la obra de Sam Peckinpah

¿Cómo es posible que un cineasta como Peckinpah -en los que todos sus personajes son poco más o menos que, o bien prostitutas, o bien andrajosos, sucios y borrachos carcomidos por la violencia-, cómo pudiera ser éste un cineasta tan lírico y poético? Sus películas huelen a polvo, a desierto, a cactus, a testosterona, a carnero, a sudor, a plomo, a relinchos, a motor, grasa, a prostíbulo a lagartos y a serpientes de cascabel. Sin embargo, nunca hubiera pensado que con esos elementos, y con tanto machismo, pudiera ser tan jodidamente romántico. La escena de Hildy y Cable o la escena tan romántica debajo de un árbol en “quiero la cabeza de Alfredo García” son dos de las escenas de amor más bellas que yo jamás haya visto rodarse. Ese es el cine de Sam Peckinpah. Un director que rodaba sin camiseta, con un pañuelo (bandana) del oeste en la cabeza, gafas de sol, botas de punta, espuelas y una botella de Bourbon. Hombre mestizo, por sus venas corría sangre de indios mescaleros, se crió en la frontera e hizo los Westerns más hermosos, líricos y poéticos que nunca nadie haya rodado: “Grupo Salvaje”, “Pat Garrett y Billy the Kid” o “Duelo en Alta Sierra”. Se dijo de él que fue el maestro de los westerns crepusculares. Pero no solo fue eso: fue un romántico y un trágico, hizo una epopeya de unos tiempos que nunca volverían, y dio carta de naturaleza a unos valores que, pese a rudos, a violentos, y a sucios, se señalaban una verdad inviolable: que lo único que merece la pena son dos amigos que cabalgan juntos. No había en Hollywood, entendido ya como dinero, quien entendiera el cine de este renegado: los productores le machacaban las películas sin sentido, cuando él, con tanto sudor como como balas hacía las películas más sublimes que un pistolero borracho y solitario pudiera hacer. Para Peckinpah lo único de valor en la vida es la amistad masculina y su traición la mayor tragedia. El mayor código ético es conservar una amistad entre dos amigos. La clave de las películas de Peckinpah es, tal vez, que considera que “el amor” entre hombres y mujeres imposible y que por ello el mundo es un sucio estercolero, pero que su épica se encuentra, y su romanticismo y su lirismo, en el momento en que ya que es todo está tan jodidamente asqueroso, sus personajes deciden finalizar con un “vayámonos de aquí con dos huevos”. Porque otra cosa no explica la ensalada de plomo y polvo. Cuando todo está perdido, cuando todo es un fracaso, cuando no hay más que sanguijuelas, los personajes de Peckinpah se cargan una escopeta al hombro, un cinto de balas y van decididos a la muerte, pero con la intención de llevarse con ellos a todos los reptiles y serpientes que se encuentren a su paso. ¿Y cómo es posible que con ello haga poesía? ...Pues la hace. Pues vean el paseo de Grupo Salvaje.