lunes, 17 de noviembre de 2014

¿Por qué es necesario saber? EL PROBLEMA DE LA VERDAD Y LA MENTIRA EN PARMENIDES. PENSAR COMO ACTO DE REBELDÍA.




Saber o conocer no es una cosa baladí. No se intenta conocer o saber por amor al arte, ni por pedantería. Saber, para algunas personas, es una necesidad. Contentarse con el relato recibido como prueba de verdad es una posibilidad. Pero hay más posibilidades. Hay la posibilidad de posicionarse frente al mundo y querer detenerlo mediante los interrogantes –que son lazos de gaucho, decía Ortega-. Vamos a la oficina aún de noche, en la oficina seleccionamos personal, nos mandan, nos presionan, nos critican, volvemos a casa de noche: y así un día tras otros. Nos dicen que aquellos son los malos, estos los buenos. Bombardean la estación de tren en una línea que va de Alcalá de Henares a Madrid. Estrellan un avión contra las torres gemelas: hubo una guerra por intereses de petróleo. Dios lo quiere así. Bueno: vamos a detener el mundo. Vamos a saber. Vamos a interrogarnos: vamos a abrir con interrogantes la realidad para detener el tiempo cronológico. Ya no nos valen las milongas ni los cuentos para niños. Ya no nos valen las misas ni los sermones, ya no nos sirven los telediarios ni la prensa, ya no nos creemos ni lo que nos dijeron los maestros y, si me apuran, nuestros mayores. Saber es una necesidad de entender la realidad y acomodarla a la razón. Aviones cristianos bombardeando Madrid con una Esvástica, atentados terroristas, mentiras y más mentiras en las radios, en la prensa, en los periódicos. Así que es necesario empezar por el principio. El principio es Parménides y la verdad. ¿Qué es la verdad? La verdad es, nos dice Parménides, una identidad. Esa identidad consiste en que es verdad cuando lo que se piensa es idéntico a lo que las cosas son; ese es un camino imperativo para los que quieren vivir en la verdad. En cambio, el camino que no se debe seguir es cuando se piensa que las cosas son lo que no son. Eso es la mentira. Por tanto el programa de la filosofía es el de la verdad (a-letheia), y el de vivir por ella y para ella. No nos valen ya ni curas, ni maestros; no nos valen doxóforos de tres al cuarto. Ni libros tampoco, si no cuestionan ni pueden ser cuestionados. No nos valen textos sagrados ni mitos. Queremos solo pensar el ser de las cosas: lo que las cosas son. Y ese camino lo inició Parménides, lo continuó Sócrates, lo siguió Platón y continúa hasta nuestros días. Quiéranlo o no las autoridades. Pensaremos porque lo que ahí hay no nos gusta. Pensaremos porque la realidad no nos la otorga ningún Dios, sino que son los hombres quienes la construyen. Y pensaremos porque pensar es un acto de rebeldía.

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