jueves, 20 de noviembre de 2014

LA GALLINA CIEGA, MAX AUB. PARA QUITARSE LA VENDA DE LOS OJOS




El talento como escritor de Max Aub es descomunal. Max Aub afirmaba que para escribir se nace, ya  fe qué él había nacido para ello. Max Aub era un ciudadano de mundo. También decía que uno es del lugar donde estudia el bachillerato. Y lo decía con razón, pues tanto su padre como su madre eran alemanes y su vida juvenil un periplo entre países. Nació en Francia, donde vivió hasta los once años. Después se establecieron en Valencia cuando él era un joven de 11 años, lo que significa que su lengua materna no es el castellano, sino que lo aprendió aquí, chicoleando en las calles  y en el instituto; pero ¡Qué castellano!  Después de acabar el bachillerato comenzó a trabajar como comercial, y viajó por toda la geografía española, conociendo gente, hablando, vendiendo; como un Cervantes joven, aprendió el idioma como nadie. Aprendió a escribir donde se aprende a escribir: en el mundo. A lo largo de su vida tuvo cuatro nacionalidades: francesa, alemana, española y mexicana. Max Aub, teniendo como obras maternas otras lenguas (el alemán y francés) aprendió el español en un tiempo muy corto, pero tiempo después confesó que solo podía escribir en español. Ahora se entiende porqué afirmaba aquello de que uno es del lugar donde se estudia el bachillerato. Entendía por patria otra cosa muy diferente a lo que es entendido por patria aquellos que quieren envestir tozudos. Como para Cervantes la patria es la localidad, el lugar donde uno crece y juega y se enamora. Max Aub aprendió en los cafés y las tertulias; se involucró prontamente en la vida intelectual, artística y creativa: escribiendo obras de teatro vanguardistas y dirigiendo él mismo una compañía teatral. Y como todos los intelectuales de su época vivió con intensidad la política. Durante la Guerra civil rodó con Malraux una película “Sierra de Teruel”.  La gallina ciega es la última obra que escribió. Exilado en México, volvió a España, vencido pero no convencido, con el objeto de escribir una obra sobre Buñuel. Pero lo que escribió fue una obra maestra que, sabía, estaba destinada para no ser leída. La gallina ciega es un cuadro de Goya y un juego antiguo donde, ciegos, los concursantes dan palos al aire. Y eso es lo que significa “La gallina ciega” y eso es lo que significa este país y los ciegos, los españoles. Escrito con un castellano extraordinariamente rico y con una tristeza que encubría tristeza por toda la condición humana y por un país que amaba y que también sentía suyo, pese a los más de treinta años trascurridos en el exilio mexicano. Max Aub conoció la España literaria de los cafés, de los intelectuales, de la política, del compromiso, de los grandes valores, de los grandes momentos y de los ideales. Y todos le preguntaban por lo mismo ¿Cómo ve usted ahora España? En un libro inclasificable ¿Relato de un viaje hecho por un hombre maduro a la España de finales de los 60? ¿Ensayo?... “La gallina ciega” es una impresionante obra en prosa escrita tal y como Cervantes entiende la prosa, y “La gallina ciega” es, sobre todo, una obra para quitarse las legañas que nos aprisionan los ojos y nos impide mirar. A su vez,  en “La Gallina ciega” Max Aub, hombre de mundo, ofrece un repaso magistral por toda la literatura española y por todos los géneros literarios y los autores, con la opinión de su autor. Pero eso es lo de menos, en él hay un hombre que sabe, que escribe como muy pocos han escrito en castellano –de su nivel se cuentan en una mano- , y que con clarividencia describe lo que España es y lo que España ha sido. El título es significativo: la gallina ciega. Los españoles dando palos de ciego y con los ojos vendados. Hace unos años, cuando vivía en Alcalá de Henares y aún joven escribí esto sobre “La gallina ciega”. Aunque este libro es solo para leerle, no para comentarle.

"El hecho es que durante dos meses ningún estudiante, ningún periodista, ningún estudiante de periodista se me acercó para preguntarme:
¿Usted estuvo aquí con Hemingway?
¿Usted estuvo aquí con Malraux
¿Usted estuvo aquí con Regler?
¿Que hizo Dos Passos durante la guerra?"
No sé con qué palabras ni de qué modo describir el libro que acabo de leer, pues todo lo que diga quedará pequeño; una sensación de diminuto transeúnte por la vida al lado de Max Aub. Una admiración. Un respeto gigantesco. Un libro que me ha llegado a las entrañas mismas. Un limpiador de legañas. Una reverencia a alguien que debería ser referencia. Un faro, una luz. Un ensayo sobre la ceguera. Un monumento a la cultura, a la conversación. Un altar merece. Y yo ciego. Ciego. Ciego. Ciego. Ciego como muchos. Como el que mira como Fernando Alonso hace la carrera o como juega el Madrid-Barcelona. Y que coste, no soy del barca. Solo quiero que el Madrid coma el polvo. Se asombraba un familiar cuando dije esto. Y me preguntó ¿Por qué?. Porque soy un radical. Un antifranquista. Cada vez más rebelde. Tal vez, lo que soy es cada vez más clarividente: ya no solo destetado, sino con las lagañas bien limpias. No veo en el fútbol, ese maravilloso deporte, más que política. Admiro el fútbol que hace el Barca, pero tampoco comulgo con los palcos y los políticos. Menos con los del Madrid. Pura política. Gallina Ciega. Marca y As, remedos del franquismo. ¿Qué clase de país es éste? Max Aub, esa luz y yo tan ciego. Llego tarde, me digo. Sí, sí, sí, tarde, tarde, tarde. No me enteraba de nada. No sabía nada. No, hombre, que dices, eso del franquismo ya pasó, de aquello no queda nada, me dice el familiar. Y yo me revuelvo. !Ciegos! Y me mira con cara que expresa: este ha perdido un tornillo. Cómo quiere que pierda el Madrid, tan solo, por antifranquismo. Si yo no conocí el franquismo. Si cuando Max Aub murió yo aún no había nacido. Admiré a la quinta del Buitre. Era niño. Y disfruté en el Bernabéu, con Sanchís, con Chendo, con Buyo, con Michel, con Butragueño. Ciego. Ciego. Ciego. Es el libro más bueno que he leído en mucho tiempo. No quiero terminarlo, no quiero que se acabe nunca. Estoy dejando las últimas páginas para saborearlas. Este libro es un impacto, un mazazo. Mierda de país, y mierda de cultura, y mierda de guerra y mierda de franquismo. ¿Hubiera sido Max Aub el mismo sin esa mierda?. No sé. Qué hombre, qué sabiduría. Cuantas lagañas en los ojos. Cuantos bares, que pocas tascas. EL chascarrillo, el chiste, el suelo lleno de desperdicios en los bares. Entre estos señores de los cafés y las tertulias y nosotros hay un abismo insondable. Y el franquismo. Mierda de franquismo y mierda de cultura y mierda de país y mierda de Real Madrid. Y el régimen abriendo el culo con Cela -grandísimo por otra parte-. Y Max Aub desconocido. No sé escribo en un momento en el que el mazazo recibido ha sido mayúsculo. Había leído “Campo del moro”. Me había gustado. Esos espacios arrasados y ese estilo teatral, que me recordaron a la película, no sé si por algún motivo, “muerte de un ciclista”, de Barden. ¡Pero esto!. Soy un hijo de la posmodernidad, del fin del relato, de los bares llenos de servilletas, hijo de obrero industrial. Ciego, ciego. Aznar fue el despertar y el PSOE de González, tal vez, un dormir. Botellón y fiesta. Una mierda de profesores en la Universidad: venga empollar para no ver. A excepción de Enrique Múgica -profesor de Historia del pensamiento político-. He llegado tarde, me digo. Mejor tarde que nunca. Aún soy joven, otros nunca despiertan: dormilera. Y Max Aub. Es tarde haberlo leído con 32 años. No sé. Yo creo que es tarde, pero igual no me hubiera enterado de nada. Tal vez lo he cogido en el momento justo. Pero es tarde. Con  35 años  Max Aub estaba rodando sierra de Teruel con Malraux y otros muchos morían en los frentes con convicciones e ideas. Solo que en aquellas épocas los jóvenes no estaba ciegos.

Por suerte, los jóvenes vuelven a un nuevo despertar. Vuelven tiempos interesantes. Esa maldición oriental.

No hay comentarios: