domingo, 30 de noviembre de 2014

La ciudad del sol y las utopías renancentistas: Tomasso Campanella





Campanella, partiendo de los principios del naturalismo telesiano, deduce inmediatamente la universal sensibilidad de las cosas: en efecto, si los animales sienten, es señal de que sienten también los elementos de que están constituidos (De sensu, 1,1). Esta sensibilidad es debida a un espíritu sutil que determina el consenso de las cosas naturales entre sí. Proclama, igualmente, la supremacía del conocimiento sensible, el único que reporta certeza absoluta. Reduce todo conocimiento a la sensibilidad. Mas, ¿cómo puede el alma conocerse a sí misma? Campanella resuelve el problema al establecer un autoconocimiento originario del alma, el cual posibilita el conocimiento de todas las demás cosas. Para ello se basa en el principio de que la sensación, al ser pasión, proviene de la asimilación del sujeto cognoscente a la cosa conocida. En esta autoconciencia se fundan las determinaciones esenciales de la realidad natural, de las que ella nos hace conscientes: el poder, el saber y el amor al ser. 

Toda su filosofía especulativa está destinada a fundamentar un ideal político-religioso: el gobierno de la humanidad por el Sumo Pontífíce, en quien debe recaer también el poder temporal. En realidad, viene a establecer una dictadura sacerdotal, apoyándose en la condición desfalleciente del hombre, tan sólo remediable en esa ciudad helíaca. Para la ortodoxia católica, su religión naturalista, como vínculo de orden espiritual y unificador, supone una decadencia del cristianismo, ya que daña gravemente su dimensión sobrenatural. Pensamiento Inicialmente, se inspiró en Bernardino Telesio (1509-1588), aunque más tarde diferenció su pensamiento. Telesio pretendió estudiar la naturaleza a partir de sus propios principios, que para él se reducían a la acción del calor y el frío sobre lo corpóreo, alejándose de esta forma tanto de Aristóteles como de la magia. Telesio afirmaba la autonomía de la naturaleza y en consecuencia, la necesidad de estudiarla de modo independiente a la metafísica a partir de la información que suministra la experiencia sensible. 

 Se observa en el pensamiento de Telesio, algún componente animista inspirado en los presocráticos. Campanella, a diferencia de Telesio, se acerca algo más a la magia y al animismo. Su teoría del conocimiento afirma que todo conocimiento deriva de la sensibilidad y a ella se reduce. Entonces, el conocimiento sensorial proporciona certeza absoluta y por lo tanto no requiere pruebas de ninguna clase. El escepticismo no tiene sentido porque hay una facultad innata en el alma que nos asegura principios indudables, el primero de los cuales es que existimos, pensamos, queremos y podemos. Este conocimiento de sí mismo está presupuesto en cualquier conocimiento de las cosas exteriores. Nos conocemos, ante todo, a nosotros mismos, y sólo conocemos las cosas exteriores en cuanto nos conocemos modificados o impresionados por ellas; Campanella extiende esta conciencia a todos los seres. Se manifestó contra la escolástica y combinaba las ideas del sensualismo y el deísmo con concepciones místico-religiosas. Fue perseguido por la Inquisición debido a su libertad de pensamiento. Soñaba con una humanidad libre y próspera, mas confiaba en que su sueño podría tornarse en realidad con la ayuda del Papado. Fundamentó su ideal comunista en el mandato de la razón y en las leyes de la naturaleza. Imaginó una sociedad comunista tanto en lo referente al régimen de la propiedad como en la pertenencia de mujeres e hijos. Poco tiempo después de salir de la cárcel volvió a ser perseguido y tuvo que buscar refugio en Francia. Muchas de sus propuestas filosóficas fueron semejantes a las adoptadas después por René Descartes y por Immanuel Kant. Su doctrina filosófica admite la impotencia del conocimiento sensible para conocer la realidad exterior, pero admite la importancia del conocimiento interno para experimentarse tal y como uno es. Al modo de San Agustín, la existencia de Dios se deduce de la existencia de su idea en el hombre, que por su perfección no puede ser un producto nuestro. En su Civitas Solis describió una utopía en la que la Iglesia Católica domina todos los órdenes de la vida, ideas que aplicó en su libro La Monarquía Hispánica respecto al imperio realmente existente entonces, España.



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