sábado, 29 de noviembre de 2014

CINE, CRÍTICA A “LOS SANTOS INOCENTES”: LA JUSTICIA DEL INOCENTE






Por JG.


Ayer revisité la película española “Los santos inocentes”, adaptación de la obra de Miguel Delibes, y dirigida por Mario Camus. Considerada como una de las mejores películas españolas de todos los tiempos, "Los santos inocentes" plantea un relato sobre la España rural en los años 60. El lugar en el que se desarrolla la trama son las dehesas y cortijos extremeños, propiedad de hacendados y marqueses, y lugar para el recreo y la caza de las oligarquías del régimen. Sin lugar a dudas es la soberbia interpretación de los actores las que dan empaque a esta película, en lo que es una escuela de actores en estado de gracia. Alfredo Landa, como un buen “mandao” de los señoritos, Terele Páez como una estoica mujer que aguanta lo que se le viene encima –pero que se intuye también la aceptación de lo que hay y que si ella mandase, obraría igual-, o Juan Diego, hijo de la marquesa. Pero sobre todo “Azarías”, el personaje inocente que es interpretado por Paco Rabal. Lo de Azarías es de otro mundo, porque Rabal borda uno de los personajes del universo Delibes más difíciles e impresionantes: El hermano de la Régula (Terele Páez), criado y nacido en el cortijo vecino, y de muy pocas entendederas, y que con 63 años es despedido por “los amos”, porque ya ha perdido el juicio –por viejo-. El personaje causa abyección pero se advierte que en todos sus actos hay la inocencia: se orina las manos para que no se sajen, y hace de vientre en cualquier sitio de la casa. Un hombre en sintonía con la naturaleza – y que muestra el sentido de la caza que tiene Delibes- capaz de amaestrar a un cuervo al que cría. En una escena alucinante, Azarías llama al cuervo que en una azotea se sitúa y, desde allí, acude volando hasta su hombro. Lo cual muestra la bondad del personaje –incapaz de hacer daño a algo bueno (incluso un cuervo)- y amaestrarlo y amarlo. Pero en la película son otros los cuervos. Una situación hiriente e insostenible donde hay “amos” y “criados”, donde cada cual asume su rol, y se comportan de acuerdo a sus posiciones sin más. Una situación a la que Azarías, por senil y con pocas luces, no pasa. La finca en la cual la familia vive es, como hemos dicho, de unos señores marqueses –administrada por un guarda mayor- que la usan para recreo y coto de caza. El propio hijo de la marquesa acude allí para “su recreo”: cazar y acostarse con la mujer del guarda mayor, también del régimen. Y que admira por interés a Paco, el bajo, (Landa) por sus gran trabajo como "perro" y conocedor de las aves y la caza. Sin embargo, el “señorito” no duda en desgraciar a Paco, el bajo, que con una pierna rota debe recoger las aves abatidas, y dejarle cojo de por vida. El dilema moral que se plantea en la película es el de una “pena de muerte”. Lo siguiente narra hechos de la película que desvelan el final, pues, si no la has visto, no debes seguir leyendo. El verdugo y el juez es el Azarías, un inocente. El hijo de la marquesa, asqueado, dispara sobre el cuervo “la milana bonita”, sin importarle en nada que ese pájaro es lo más importante para Azarías que representa una muestra de amor a la naturaleza y a la libertad y a la amistad. Algo tiene Azarías para con los pájaros. El marqués se lo lleva y lo utiliza para atraer a los pájaros, en una técnica de caza, sin embargo los pájaros no se acercan. Es como si Azarías tuviese una relación para con ellos, para salvarlos: e incapaz de hacer daño y algo malo a algo bueno. Sin embargo, Azarías, el ignorante, el retrasado, el senil, tiene su propio concepto de la justicia y moral. El marqués, como si ese acto fuera un acto sin consecuencias ni importancia, mata a la “milana bonita”; y Azarías desaparece en un fundido en negro, dispuesto a restablecer el equilibrio. Con el mismo ritmo narrativo de toda la película, y una fotografía y una banda sonora que se acoplan en todo el metraje, Azarías dicta sentencia, y ajusticia al marqués. Destacable de la película, en el plano moral, es que Azarías, juez y verdugo, ajusticia al marqué por el hecho de matar al cuervo-la milana. Pero es más profundo, porque lo que se ajusticia por parte de un inocente es un sistema injusto por el cual el Azarías, en sus cortas entendederas, no pasa. En un ritmo hiriente por el drama de subordinación de una familia extremadamente pobre, con una hija inválida –posiblemente con espina bífida-, un hermano senil ya que ha dejado su vida en aquella tierra al servicio de “los amos”, éste desde su inocencia, dicta sentencia y la ejecuta con la horca. La justicia del inocente sobre una clase social que ha traspasado los límite, la héxis - que llamaban los griegos-, de toda humanidad a la que se han amoldado como “natural”. Sin embargo, la propia naturaleza envía la hybris al señorito de manos de Azarías. La desmesura del inocente. La hibris o hybris (en griego antiguo ὕβρις hýbris) es un concepto griego que puede traducirse como ‘desmesura’, y hace referencia no a un impulso irracional y desequilibrado, sino a un intento de transgresión de los límites impuestos por los dioses a los hombres mortales y terrenales (Wikipedia). Y eso es lo que restablece Azarías en los Santos Inocentes.

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