domingo, 9 de enero de 2011

Historia de Alcalá de Henares. La Revolución en Alcalá de Henares I. Primeros momentos.

Alcalá de Henares, 21 de Julio de 1936

Entre los días 20 de julio y 21 de julio de 1936 se desarrollaron en Alcalá de Henares los hechos de rebelión militar que desencadenaron el posterior ambiente revolucionario que estalló de seguido. Ya por la tarde del 21 de julio empezaron los asesinatos. Alcalá de Henares era aún en 1936 una ciudad conventual: su ratio de conventos por metro cuadrado urbano no es superado por ninguna ciudad europea. Su desarrollo urbano durante los siglos XVI y XVII consistió en un conflicto teológico entre dos visiones de Poder dentro del cristianismo: la Reforma y la Contra-reforma; los ideales canónicos de su desarrollo urbano se fundamentaban en la idea de "civitas dei" barroca: sobre todas las calles de la ciudad planea la visión del cerro de Ecce Homo, lugar imaginario de la cruz de Cristo que preside la ciudad. Los hechos que se desarrollaron desde el 21 de julio de 1936 son el ejemplo revolucionario que vivió la España leal. Como resumen primero diremos que en Alcalá de Henares fueron asesinados víctimas de la represión entre 1936 y 1939 ciento veinte nueve vecinos, la mayor parte militantes de la CEDA y clérigos y canónigos. El número de vícitimas supuso el 34 % del clero regular y secular exisitente en la ciudad en 1936 que, quitando militares y presos - unos 2.167- tenía 11.900 habitantes. Alcalá de Henares fue bombardeada en 15 ocasiones durante el conflicto, resultando muertas sesenta y nueve personas. Los listados con nombres y apellidos pueden consultarse. Sin embargo, vamos a describir el inicio de la situación revolucionaria que se vivió en Alcalá de Henares, que de antigua "civitas dei" pasó a ser una ciudad de retaguardia, esencial para las maniobras militares y debido a su gran capacidad de alojamiento cuartelero y conventual, lugar de descanso de tropas, así como centro carcelario. En los primeros momentos murieron los cadetes Antonio Jurado Martínez y el alférez Isidro de Pablo, ambos del regimiento de zapadores, que fueron acribillados al salir de los cuarteles, pese a que no habían tomado parte del movimiento subversivo: fueron los primeros que salieron por las puertas. Consecutivamente fueron asesinados en esos primeros momentos revolucionarios del día 21 de julio de 1936: Pedro García Azcaray, Tomás Plaza Maín, Pablo Herrero Zamorano, Marcial Plaza Delgado, José Plaza Torres, todos ellos coadjutores, capellanes, párrocos o sacristanes y tres padres escolapios. Las tropas fueron licenciadas ipso facto, las cárceles liberadas, a cuyos presos se les dio armas obtenidas de los cuarteles abandonados. Inmediatamente comenzaron las detenciones y paseos de los miembros derechistas de la ciudad, que eran llevados a las cárceles, recién vaciadas. Se entró en los conventos y en los templos, que fueron saqueados una vez desalojados, y que fueron incendiados en muchos casos por la multitud. No es difícil de imaginar la situación de esas primeras horas si se conoce el número de conventos de Alcalá, con las monjas en la calle, las puertas abiertas de par en par, y los milicianos, y vecinos, entrando en las mismas, sacando vasijas, cruces, bancos y haciendo piras en las plazas conventuales tan habituales de Alcalá. Los milicianos entraban en los comercios, requisando los alimentos, y cargándolos en camiones y coches, a cambio de unos vales. Las autoridades reiteraban la orden de ilegalidad de los registros y las detenciones, pero su aplicación era nula. La multitud subió al ayuntamiento y tomó el estandarte del Batallón de Ingenieros que los sublevados había izado. La bandera fue paseada por las calles. La Iglesia magistral es incendiada el mismo 21 de Julio de 1936, derrumbándose la bóveda, que cae sobre la tumba del Cardenal Cisneros, cuyos restos fueron profanados. La Iglesia de Santa María la Mayor fue pasto de las llamas, al igual que la ermita de la Virgen de Val o la ermita del Cristo de los doctrinos, monumento Nacional. La Iglesia de los Jesuitas ya había sido atacada con anterioridad a la contienda, pero volviéndose a sacar objetos, lienzos, como las pinturas de Angelo Nardi, ardieron en piras en la calle libreros. Así como la desaparición de las reliquias importantes como las Sagradas Santas Formas. De los oficiales que secundaron la sublevación, hubo juicios y dieciséis de ellos fueron o bien víctimas, como los dos cadetes, o condenados y ejecutados por tribunales militares con posterioridad. Seis de ellos, en una memoria selectiva, aparecen en la lápidas de Caídos por Dios y por España.

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