viernes, 7 de enero de 2011

Historia de Alcalá de Henares: El 20 de julio de 1936.

Fotografía de milicianos en la Plaza de Cervantes, tomada unos días después de que la sublevación en Alcalá de Henares iniciada por los oficiales, tal y como se narra en esta entrada, es abortada.

Alcalá de Henares, 20 de Julio de 1936

Alcalá de Henares se vio sumergida en el verano de 1936, al igual que toda España, en los graves sucesos que la incendiaron, por obra y gracia de los militares acuartelados, tal y como se narra en esta entrada, y a quienes, todos los eneros, se les honra en la Pascua Militar. La insurrección fue inconexa de la del resto del país y no tuvo el apoyo de los grupos civiles de derechas. Esta se produjo cuando los oficiales escucharon las proclamas del general Mola por radio Segovia. Éstos pensaron que en pocos días se tomaría Madrid desde Somosierra y que, en caso de no apoyarla, se tomarían duras represalias si no se sumaban a la misma. Nada se sabía en los cuarteles alcalaínos, al mando del teniente coronel Mariano Monterde (Comandante Militar de la plaza y al mando del del 7º batallón de Zapadores- Minadores) y del teniente coronel Gumersindo Azcárate -familiar del político republicano- (al mando del batallón ciclista) de lo ocurrido dos días antes en Madrid, donde  la insurrección había sido sofocada. Así, los oficiales toman decisiones en base a informaciones y desinformaciones sobre la realidad de lo que está ocurriendo en todo el país. El momento cumbre de la sublevación es un hecho trágico acaecido en el cuarto de banderas, donde los oficiales asesinan, o lo intentan, a los mandos de la plaza (el teniente Gumersindo de Azcárate queda gravemente herido, no así Mariano Monterde, que muere en el cuarto de banderas).  El día 20 fue cuando se montó el pitote en Alcalá. Un ejército, el español, habituado a intervenir en la política a su antojo y que, custodios de orden social, optan de destruirlo en un ejercicio por el cual no ha asumido, a dia de hoy, ninguna responsabilidad. Poniendose en entre dicho, de tal forma, el pilar sobre el que se asienta los fundamentos jurídicos de este país. Porque los sucesos de Alcalá de Henares del 20 de Julio de 1936 es una muestra más, por si hacían falta pruebas, que fue el propio ejército, en sus cuarteles, quien montó el desorden en sus primeros momentos, haciendo correr la sangre entre ellos. El 18 de julio, sábado, se cumplen las ordenes de acuartelamiento. Se lleva una radio al cuarto de Banderas, donde se escucha a los gubernamentales, por parte de la tropa y los suboficiales. Los oficiales, en cambio, escuchan, con otro aparato de radio escondido, radio Segovia.  Los mandos de la plaza reciben órdenes de salir con sus batallones a través de Cobeña, hacia la carretera de Brugos, dirección la sierra. Pero, previamente, los oficiales se han reunido, llegando al acuerdo de no salir a luchar contra "fuerzas españolas". Pidieron "órdenes concretas" de lo que se iba a hacer para cumplir la orden. El teniente coronel Azcárete les dice que no tiene porqué darlas. La situación que se plantea en el cuarto de banderas es el siguiente: los mandos de la plaza son fieles al gobierno, los oficiales no. La tropa está al margen de lo que los militarotes están montando en el cuarto de banderas. Los oficiales gritan a sus mandos: !Manos arriba!.   El teniente coronel Monterde se lleva la mano a la pistola, al ver su autoridad menoscabada. Lo mismo hace el teniente coronel Azcárate. Los oficiales empiezan a disparar repetidamente contra sus superiores, resultando muerto el teniente coronel Monterde y herido grave el teniente coronel Azcárate: en la declaración posterior de este último dice que fueron rematados por un oficial que no reconoció. Tomó entonces el mando el coronel Baldomero Rojo, que declaró el estado de guerra y redactó un bando, que fue leído en la plaza de Cervantes. Cada oficial tomó el mando de su compañía y ocupó los lugares estratégicos de la ciudad. El capitán Aguilar sale al patio para arengar a la tropa, y les dice que se ha acabado la anarquía, que van a restarurar el orden, acabando con vivas a España y a la República. El día anterior en Meco, un grupo de falangistas había tomado el ayuntamiento, y militantes de Alcalá junto con otros de Vallecas, sin conocer aún lo que ocurriría en los cuarteles de su ciudad, tomaron la cercana población vecina, apresando a dos falangistas, Celestino Sanz y Eliseo Bayo, que dias después fueron fusilados en el aeródromo. Los oficiales arengan a la tropa como se ha dicho: aún no sabe si apoyan al gobierno constituido o a los sublevados, pues éstos ofrecen vivas a España y a la República. Tampoco saben que los mandos superiores han sido muertos o heridos. No caen en la cuenta hasta que se lee el bando. Cuando el comandante Besga se entera de lo ocurrido en el cuarto de Banderas se lleva la pistola a las sienes, pero fue impedido por los capitanes, que le encierran en el calabozo. El comandante Fraile, directamente, se encierra en los calabozos, junto al capitán de Zapadores, Ramón Castro, por no unirse a los sublevados. De todo esto la población no tiene idea, que en estado de guerra, está indecisa en sus casas. Se colocan ametralladoras en el palacio Arzobispal. Algunos tiroteos en la carretera de Madrid, y con algunos civiles, la noche se plantea en tensa calma, con el alférez Máximo Miguel acampado en el palacio Arzobispal, en un nido de ametralladores y de sacos terreros, cumpliendo órdenes impartidas por unos mandos que acaban de asesinar, a su vez, a los suyos. En ese punto la aviación había bombardeado por la tarde, con la intención de deshacer el nido. El alférez Máximo Miguel no sabe que ha ocurrido: solo cumple lo que se le ordena. El batallón Ciclista, esa tarde, toma Correos y Telégrafos. Se toma, por parte de la 2ª Compañía, la plaza de Cervantes, la calle Mayor y la plaza de los Santos Niños. Desde las ventanas se tirotea a la tropa: dos civiles mueren. La Iglesia Magistral es tomada por el 7º de Zapadores. Los paisanos tratan de hostigar a las tropas con pistolas y fusiles, pero la ametralladora colocada en la torre, habilmente protegida con sacos terreros, repele el ataque. La situación de la tarde es como sigue: El capitán Mohino toma el mando del Batallón de Zapadores, que había estado al mando del comandante Fraile. Sale con la tropa a la calle, con la banda de música y la bandera del batallón. Se dirigen al Ayuntamiento, que lo ocupan, encontrándose en él el Alcalde, Pedro de Blas, y algunos otros concejales del Frente Popular, que son expulsados del Ayuntamiento. Sin embargo, el ex-alcalde Antonio Cumplido, de Izquierda Republicana, y el maestro socialista Pardinas, puede coger un taxi hacia Madrid e informar de lo ocurrido. La única oposición que se encuentra durante ese día, salvo la de algunos vecinos desde sus ventanas, algunos militantes por la carretera de Madrid, y algunos vecinos que se enfrentan en la Iglesia Magistral, es la de los aviones que despegan desde el aeródromo, que se mantiene fiel, debido a que el comandante Gómez Jordana es detenido, quedando al mando el comandante Gómez Spencer. Nidos de ametralladoras en los puntos claves, como el palacio Arzobispal, y en la torre de San Justo. Tomados Ayuntamientos, estación de tren y telégrafos, la ciudad el 20 de julio está tomada por unos oficiales asesinos. La población obrera, las familias derechistas, están en sus casas. Como podemos ver, el 20 de julio de 1936, fue, en Alcalá de Henares, una cuestión de militarotes. Veremos más adelante lo que pasa al día siguiente.

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El incendio del Palacio Arzobispal

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