lunes, 22 de noviembre de 2010

La ruta del anarquismo en España



Seguir la ruta del anarquismo en España es una labor que debe ser una apasionante tarea para el historiador, pues constituye uno de los fenómenos sociales, políticos y de masas más extraordinarios y singulares de la historia española. Sobre cómo cuajó el anarquismo en España a modo de raíz y germinó como movimiento de masas es algo que éstos han tratado de dilucidar; y cómo en España se dio el caldo de cultivo para tal fenómeno concurriera. Por un lado nos encontramos en el ámbito de las ideas políticas de la España finisecular y, por otro, el cambio de siglo, el XX, que confluyen dos tensiones: por un lado "la modernidad", que con unos y otros atrasos, vaivenes, acciones y reacciones, deja su paso allende de los Pirineos. Por otro el Medioevo.

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Las campanas de los pueblos, la lentitud del tiempo, las calles de baldosas empedradas, barridas: agachadas, con traje negro, mujeres, escobas que rascan la piedra, pañuelos negros, caras agrias, surcos. Campesinos y campiñas, olivos lineales, mañanas frías, límpidas, luminosas, monasterios, monjes, se organizan, rezan, pasean, laboran, vuelven al refectorio. Estamos en Guadalupe. Desde el monasterio salen tres figuras de galas, colores vistosos bordados a mano en trabajo minucioso. Delante, un niño balancea el incensario. Las calles de piedras y barro y polvo son empinadas. Las tres figuras y el niño del incensario suben una cuesta. El sol se haya ya en su cénit. Los monjes laboran en las huertas; otros cantan; otros tejen. Se prepara el refectorio, se limpia, se colocan los platos. La sopa hierve en las cocinas. Advierto tres figuras del anarquismo. Uno es Yuste, que se para y dice: "La propiedad es el mal... en ella está basada la sociedad actual. Y puesto que a su vez la propiedad está basada en la fuerza y tiene su origen en la fuerza, nada más natural, nada más justo, nada más humano que destruir la propiedad". Los monjes acuden al refectorio, por la calle abajo vuelven los engalanados bordados de colores, con el niño que porta el incensario, con la cruz de plata alzada. Acaban de dar la extremaunción a un moribundo. Pronto será la tarde. No cabrá hablar del problema social: no lo hay. Un coche negro baja despacioso, ronroneando, levantando polvo por la carretera curvosa. Se detiene. Baja un señor bien vestido: traje, sombrero. Busca un lugar para comer y desplegar la merendola, paños, mantel de cuadros. Las calles están vacías, desiertas. No sabemos qué ocurre dentro de las casas. Las casas son pobres, son frías, de madera. Las paredes de barro y paja, los zaguanes húmedos, el aire denso, dulzón. En Madrid un grupo de milicianos espera el final. Se combate en las calles, se oyen tiros en varios lugares de la ciudad. Cerca, las trincheras: de ciudad universitaria a Carabanchel los soldados franquistas riegan las flores, barren el suelo, acomodan los parapetos, limpios e impolutos, mientras en el interior de la ciudad los tiroteos retumban. Una bala surca el aire. El frente está silencioso. Agustín Mijares está en la ciudad. Max Aub escribe el instante. Es de Granollers. "Nació en 1907, con trece años cometió su primer atentado. El mundo está formado por obreros y patronos, los patronos en combinación con la guardia civil matan a obreros a mansalva; estos se defienden como pueden. Como son más y tienen razón acabarán por vencer, no importa que caiga el que sea." Los anarquistas disparan a los socialistas, los socialistas, a los comunistas, los comunistas a los anarquistas. Mientras tanto, en el gramófono, en las trincheras de ciudad universitaria, suena un pasodoble. La vida monacal en Guadalupe sigue su curso. Los monjes rezan, los monjes pasean, los monjes laboran. Jesús ha dicho: sed buenos, sed pobres, sed sencillos. Puche añade: ! los hombres no son buenos, ni pobres, ni sencillos!. La 13 bandera de la legión está acuartelada en Tendilla, Guadalajara. Los hombres descansan, se afeitan, comen el rancho. La sangre corre por Madrid. Purche, el fraile, reza "Dios te salve María...". Los soldados suben las escaleras del edificio. El sonido de las botas tabletean sobre las escalera. Dos comunistas se hallan en medio de la calle, bañados en un charco de sangre. El pasodoble suena. Las patadas descerrajan la puerta de la redacción de la C.N.T. Desde el descansillo se oye el tiroteo. Un moro, tranquilamente, en su trinchera, reza mirando a la Meca.

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