lunes, 26 de abril de 2010

Viridiana: como acertó Buñuel en la definición filosófica a ¿Qué es España?



Escribí donde Kabila lo siguiente, al tanto de lo que el dice de Pérez Reverte: eso que escribió de que los españoles somos incultos, y cobra, por añadidura, una buena cantida de dineros por ser comisario de exposiciones. No merece la pena leerle: tanto con el 1808, y “la nación y la libertad”, y la Pepa, y las Cortes de Cádiz, que a los del PP les está haciendo una gracia tremenda. Financiandole con dinero de todos los españoles, su visión de las guerras de la independencia: vendiendose como un corsario con patente. Más cerca en el tiempo hubo una guerra ideológicamente más compleja políticamente. Guerra que han tratado de esconder en su verdad, con tal de legitimar cosas que no tienen ninguna legitimidad. Sobre eso de que España, el país de los teólogos de Trento, es inculta no hace falta que lo diga: así lo ha querido la jerarquía eclesiástica desde tiempos del concilio. ¿O es que interesaba, acaso, que se supiera leer?. ¿Quien iba a ser entonces el interprete de la Biblia? ¿Cada cual, como quería Lutero? ¿O los sacerdotes?. Pero sí, tiene razón: si este país hubiera sido culto, otro gallo cantaría. En el 1808 hubiera triunfado la luz, en vez de las tinieblas. Las tinieblas, con su pompa y con su boato, que recibieron a Fernando VII. Las mismas que expulsaron a los afrancesados. Junto a los obispos, que fueron a recibirle, cantaba la plebe: !Vivan las Caenas!. El señor Reverte se va al Barroco, con sus espadas y tercios, y se atreve de llamar incultos, in genere, al país que derrotó al humanismo cristiano con el barroco tridentino: En vez de llamar incultos a los que trajeron la incultura, que no son otros que las sotanas jesuíticas y las órdenes religiosas claustrales: monacatus non est pietas, decía Erasmo, que viendo lo que se avecinaba exclamó: Hispania non placet !. Pero es fácil llamar borricos a los demás cuando se han publicado libros de éxito que se venden como roscas. Se le sube a uno el ego, y se cree el summun de la verdad. Y así le ocurre: que no deja de expeler flatos.

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