miércoles, 13 de enero de 2010

"Los días del pasado", Mario Camus


“Los días del pasado”, de Mario Camus, es una película magníficamente interpretada por Marisol. En 1978 fue estrenada en España, bajo el epígrafe de lo que se denomina “Cine político de los 70”. Cine de la transición. Una época donde, a los españoles, les dio por la búsqueda de su propia historia. Una historia que se encontraba oculta, escondida, velada: lo días del pasado, como el tiempo de silencio, como Nada; de una España que esconde, para velar, para manipular, para tergiversar un pasado no lejano. No tan lejano como parece; una nueva España que comienza a sentir y siente; y que siente deseos de conocer un pasado que se le escapa. La historia de los maquis, guerrilleros antifranquistas que echados a los montes, conforman grupos de guerrilleros, con el afán de poner en jaque a los que abajo, en los pueblos, dominan y mandan. Son los años de racionamiento, son los años duros del régimen, tras el fin de la Guerra Civil Española, donde los silencios se cuecen en la trastienda, entre cuchicheos, mentiras, y medias verdades escondidas a unos niños que, en la escuela, aprenden los ríos, los afluentes, la geografía, los Reyes Católicos y Viriato. Mientras los viejos, con sus boinas, vienen y van al campo, las mujeres acuden a lavar, otras a las vacas, un hombre afila la herramienta, un balcón de madera vieja, desvenzijadas ventanas, se pudre; los niños juegan al pañuelo, en las calles, en épocas de miseria, de arrugas, de barro, de casas decrépitas sin casi modo alguno de calentarlas. Una época de privaciones. Y en los montes, auténticos soldados que se encaraman a los cerros, se adecúan al terreno, andan a la descubierta, preparados, siempre preparados; porque, lo que se cuece abajo, en el pueblo es la Victoria. La derrota de un pueblo en años grises como ninguno. Un joven del pueblo, un niño, cuenta a la maestra: en esta habitación pasó los últimos días. Es una de las aulas de la escuela. En la pared, escrito, rayado tal vez, unas palabras: “Vivan los compañeros”. Era su padre: un padre que no conoció. Un padre del que ignora su paradero, en cualquier cuneta del pueblo. Los españoles estamos olvidando las raíces de nuestra historia; de eso que llamamos memoria. Memoria es saber lo que pasó. Saber para comprender lo que hay. En aquel cine político de los 70, como aquella otra película, “el largo verano del 36”; o,” la Caza” y que trató de buscar, rebuscar, en la memoria, que suena, resuena, en corazones que por espanto, tratan de huir de ella. En las serranías españolas guerrilleros antifranquistas hicieron una Guerra a la Dictadura. Una Guerra que aún duraría años; a su vez, unos españoles, en un exilio interior, mascaban, rumiaban el horror. La maestra, Marisol, cuenta a los niños el valor de los cántabros luchando contra las legiones romanas: siempre con ese doble sentido al cual los españoles de aquella época, los exiliados del interior, debían mascullar. Mientras el inspector de la escuela nacionalcatólica, en silencio, espía. La historia de Viriato es la historia de los que luchan por la libertad. Los otros, en cambio luchaban por el Poder. Una metáfora de cómo, una misma historia, puede ser usada para contar realidades y verdades distintas. Y tenía que ser Marisol. La niña prodigio del cine español, donde la vida es una tómbola de luz y de color, la niña prodigio que se destapó, la que interprete monumentalmente el papel de una maestra exilada en su propio país. Si bien es cierto que su historia descoloca, no es menos cierta que el Cine político de la transición, en una nueva época de libertades política, había de contar pedagógicamente un pasado que se escondía: desmemoria de la que aún padecemos y que, en entredicho, ha quedado sumida, críticamente, aquel periodo histórico al que se le reconoce como transición. La fotografía de la película es extraordinaria, bella, naturalista que hace, efectivamente, trasladar al espectador a la época narrada; el plantel de actores magnífico, los juegos de luces y sombras; narrada melancólicamente; aunque, bien es cierto, la narración adolece de altibajos. En el cártel escribe: hicieron la guerra con alpargatas, y aún siguen luchando. La censura se cebó con ella. No pudo ser vista. Hoy es recuperada por Fnac; y es que, una cosa es la Historia que escriben los historiadores, otra es la memoria. Y la memoria roza al olvido, porque el olvido se nutre de verdades dolorosas en las luchas por el Poder. Y España… esa España… tan dificl, tan nuestra, tan trágica.

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