miércoles, 16 de diciembre de 2009

Machado: "Poesías Completas" y "Juan de Mairena"


Creo que de Antonio Machado ya se ha escrito de todo y de todo bueno; pero hoy voy a escribir sobre él. Me apetece. Hace tiempo envié una carta a su tumba, en el cementerio de colloioure. Lo hice después de leer, al unísono, a saltos, “Poesías Completas” y “Juan de Mairena”. Cuando era estudiante de bachillerato no podía entender, ni porqué, eran las obras de Machado y las de Baroja las que siempre nos solían hacer leer. Tiempo después me di cuenta del porqué: aquello era una escuela pública. Hubieron de pasar algunos años, algunos traspiés y batacazos y una experiencia en la dura realidad para que volviera a Machado, como volviera a Alberti, o como volviera a Miguel Hernández y a otros muchos hombres buenos. Viaje de madurez que es como descubrir que es esto a que llamamos España y que tan dolorosamente todos han buscado y algunos trataron de enterrar, y que olvidan; porque el olvido es la mentira; y, entonces, entonces descubrí, redescubriría a Machado. Un descubrimiento que todo español probo debería hacer. Si Azorín es, en mi opinión, el representante central de la generación del 98, debido al conflicto espiritual complejo que atenazaba a aquellos jóvenes sin par, Machado era la pura bondad. De Azorín uno nunca llega a saber si, en verdad, nos encontramos a un hombre claro, verdadero, y amante de la verdad. Desfila desde el anarquismo militante al conservadurismo evanescente, aunque es indudable su capacidad artística. En cambio de Machado, compañero generacional de Azorín, siempre sentimos una mirada limpia y bondadosa. Creo que existe una postura moral y ética que supera a todas las demás: es el afán de veracidad. El afán de ser hombres veraces. De hombres que no tienen porque encubrir, para tapar, para legitimarse moralmente, su propia ruindad. Hay hombres claros y diáfanos, como era Antonio Machado. Su amor a la verdad es lo que le hace bueno. Diríamos como los antiguos sabios, ante la pregunta ¿Qué es un hombre bueno? Y responderíamos: un hombre bueno es un hombre que ama la verdad; y que la busca. ¿Qué modelo seguir? No lo duden por un momento: su nombre es Antonio Machado. No seamos escépticos al tanto de la verdad: o bien decir eso de que la verdad no existe: y por eso Juan Martínez Ruiz, después de leer a Schopenhauer y de hablar con Unamuno, se convierte en Antonio Azorín. La verdad existe. Pero es reservada a solo unos pocos. Y esos pocos son solo los bondadosos, los de corazón: El modelo, ya lo he dicho. La verdad es la verdad, nos decía, en su Juan de Mairena, dígala Agamenón o su Porquero. Este último discrepaba. Hoy llueve y en los cristales salpica la lluvia que las sierras son nieve. La verdad es un hombre, llamado Machado, llamado Cervantes, llamado Ayala, llamado Ortega, llamado Borges, llamado Benedetti, llamado Saramago, o Llamado Bertrand Russell. Hoy llueve y sobre los campos desolados cae la nieve en los cerros solitarios. Las fuentes frías manan; las vacas pacen solitarias moviendo sus campanillos, los arbustos crecen, los muertos descansan. El águila busca presa, y las nubes descansan apoyadas sobre las crestas. Hoy llueve y los cuerpos descansan. Y Machado, siempre Machado, nos recuerda lo que en verdad importa; las más verdadera de las pasiones humanas: qué es la verdad, qué es la moral, qué la bondad. Emerson nos hablaba de sus hombres representativos. Jaspers nos describía aquellos otros hombres que eran en verdad grandes. La grandeza es la de hombre humilde y bueno, sabio como pocos y que descansa en una tumba en Francia. Su monumento descansa ahora sobre mi mesa, mientras le veo, como todos le vemos, cruzando las fronteras de un camino sin regreso. ¿Qué nos hace percibir la grandeza? Se preguntaba Jaspers. Y contestaba: El anhelo que en nosotros pugna por liberarnos de lo mezquino busca hombres superiores, en pos de los mejores. Y uno de los mejores, el mejor de todos, era Antonio Machado. Su monumento descansa sobre mi mesa: son sentencias y donaires de un profesor apócrifo y publicado en 1936. Un monumento al pensamiento liberal español. A su lado, su Poesía Completa. Machado descansa en Francia; su modelo, el de los hombres probos.

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