viernes, 1 de mayo de 2009

La cuestión religiosa durante la II república (continuación)

Al respecto de las ideologías que se debatían (fascismos, bolvehvismos, marxismo, anarquísmos) muchas veces fueron más que discusiones políticas de las cuales la población rural no entendía, casi, ni papa. De la misa la media. Yo creo que pocas cosas eran las que se entendían, y eran cosas más afianzadas en la cultura política española. La población, cuando hablaba de política eran poco las cosas que sabía. La gente en los pueblos, los socialistas, los anarquistas, eran analfabetos del todo -aunque con muchas ganas de aprender-, y hablaban de política igual que la tia Benina y los personajes de Misericordia. Todos esos ítsmos vinieron de fuera y puede que en los periódicos se debatieran y muchos pretendieran enterarse de algo - y lo lograrían-. Para la mayoría de la población, con hacer una X cuando firmaban ya era un logro. Las comeduras de cabeza sería muchas; todo con tal de crear un nuevo mundo mejor: porque el que había era realmente horrible: lo que había era un estado de miseria y de opresión, una rabia contenida, un estado de enojo y envidias inveteradas. De ver como unos, "los ricachones", comieran buenos pollos de corral y capones; mientras otros tronchos, berzas, un si señor y un mande usted. De ver algo de esperanza con el advenimiento de la república y observar como, con ella, todo se vuelve antipolítica. La de unos, la reacción frenando todas las ilusiones, rompiendo todas las leyes iniciadas y oponiendose a su ejecución. Como siempre se ha dicho: aquello, al final, fue una republica sin republicanos. las derechas locales se organizaban en la sacristía de las iglesias fue cierto en muchos lugares. También había "casa del pueblo". La diferencia entre los que iban a un lado y otro era demasiado diferente. En la sacristía se reunían cuatro, más los que les reían las gracias, los bien mandaos. En "la casa del pueblo", casi todos los jóvenes de la localidad, que solo tenían como futuro que "los caciques" reunidos en la sacristía, les buscaran para los jornales. ¿Quién mandaba en el pueblo? Está claro. Porque, como se dice: Quien no tenga tierras, que ponga el culo entre dos piedras. Ciertamente, ambos grupos de organización local no se podían ni ver. Se llevaban a matar. Unos, los de la sacristía trataban de "defenderse", otros, los de la casa del pueblo, trataban de "revolucionar" un mundo miserable. !La revolución , la revolución! gritaban. Pobres. Los primeros buscaban que nada cambiase: a zamparse lo buenos pollos del corral, y los a otros a ararles las tierras y sembrarles los campos. Los segundos, los rojos, llevaban una vida de miseria, a expensas de las migajas que quisieran darles. Yo, no lo niego, me pongo moralmente del lado de los oprimidos. Pero no juzgo ni a unos ni a otros. Pero aquella fue la historia. Aquello fue lo que pasó. Muchas veces se habla de lo que decían o hacían los políticos, a través de los periódicos, y la historia se cuenta como que Goicochea o Gil Robbles, o Largo Caballero. Pero era esa solo la punta de Iceberg. La base de la impolítica se deba en la políticas locales: donde los de derechas (propietarios de tierras) no podían ver a los de izquierdas (que no tenían donde caerse muertos) y viceversa. A los de la sacristía les gustaba tratar a los de la boina uno a uno, para así hacerles pasar por "el amo". Pero temían que todos se unieran. Eso si que era malo, decían. Y como la tensión entre ellos fue subiendo: la envidia, la desesperación, la injusticia, y lo peor, la falta de dignidad que supone tener que callarse siempre la boca en presencia de "los ricos" o "los ricachones". A los analfabetos braceros españoles las ideas "socialistas" o "anarquistas" les sonaba a chino mandarín en casi todo su aparato teórico (la mayoría no sabía ni leer), salvo en lo ensencial: - Que la tierra no fuera de naide, o de todos, copón´. Tanto aguantá al Tio rabona; que nos lleva descalzo a las fincas para que no gastemos en zapatillas y, al entrar al pueblo, dice que nos calcemos, para que todos vean que nos da zapatillas. Y to los hijos míos a sus servicio. Llevandole la leche a la señorona, bajandole la leña, por un mísero jornal .
La historia del estado nacido tras el fin de la guerra civil, conocido como estado nacional-católico contó, como no podía ser de otro modo una historia oficial: hiló Viriato, con Recaredo. Éste con los Reyes Católicos, la Reconquista con la Edad Media; las abadías e Iglesias con la Compañía de Jesús. Todo ello revuelto lo metió en la Cruzada, lo juntó con el asesinato de Calvo Sotelo. Todo con el fin de justificar lo injustificable: que 1) La Iglesia Católica y Apostólica de Roma actuó políticamente y formó parte muy activa con el objeto de derribar un régimen político que no le convenía, pues limitaba sus privilegios seculares. Y, para ello, puso toda la carne en el asador organizando las derechas locales desde las sacristías. Y usó la prensa con esa intencionalidad. Y se inmiscuyó en las Cortes; y se alió con los caciques, los terratenientes y las fuerzas del “orden” para que tal estado de “anarquía”, como así lo llamaban, no se impusiera. 2) La Iglesia apoyó un régimen de dictadura militar donde el General Franco fue llegado “por la gracia de Dios”. Es cierto que su rechazo al régimen constitucional republicano está justificado, en cierta medida, al ser desposeído por él de los privilegios y derechos seculares de los que gozaba. Aunque fueron muchas y variadas las causas que desembocaron en tan graves hechos de impolítica, es muy razonable mantener, y daremos argumentos sobre ello, el importante papel que la Iglesia Católica y Apostólica de Roma desempeñó con el objeto de incendiar el ambiente político, de mismo modo que a los que critíca -las hordas rojas por ellos llamada- en aquellos hechos deplorables señalados, para lanzar un cruzada religiosa contra el ateísmo, y España el último bastión de una filosofía caduca. El régimen nacional-católico, aparecido tras el fin de la Guerra, es un ejemplo de lo que escribió Orwell en su novela 1984: un régimen basado en la alteración constante del pasado. El Ministerio de la Verdad. Formado por aquellos que tuvieron en la mano ese ministerio: La Iglesia. “… lo que es característico de nuestro tiempo es la renuncia a la idea de que la historia podría escribirse con veracidad (…) el objetivo tácito de esta argumentación es un mundo de pesadilla donde El Jefe o la camarilla gobernante no controla solo el futuro, sino el pasado. Si El Jefe o la camarilla dice que tal o cual acontecimiento no ha ocurrido, pues no ha ocurrido, si dice que dos y dos son cinco, pues dos y dos son cinco. El régimen nacido tras la caída de Alfonso XIII se organizó sin tener en cuenta el importante poder político y capacidad de organización y movilización de la Iglesia. Vio, con la caída de la Monarquía, un momento revolucionario. El momento de traer una nueva política que hasta entonces había estado en manos de cuatro: los caciques, en los pueblos, y los Oligarcas financieros. El régimen del turnismo pacífico ideado por Cánovas, en el cual los privilegios de la Iglesia, monopolizando la educación, y recibiendo toda clase de prebendas no fue tocado, agando el sueldo a los curas y frailes, mientras la pblación no tenía donde caerse muerta. La II república, en un art. muy enojoso para la Iglesia le desposeyó, de un plumazo de todas esas prebendas. Un hecho realmente revolucionario. Es por ello que la Iglesia se organizó en la contrarevolución. Más claro. El agua.

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