martes, 5 de mayo de 2009

Del 11-M a Casas Viejas. Sobre como se monta una democracia desde la mentira.

Nunca la política nacional fue uno de mis intereses. En verdad que siempre he sido muy cándido, quizá por mi espíritu liberal, y los avatares políticos me traían, más o menos, al pairo. Era un idealista. Sin embargo algunos hechos me hicieron darme de bruces con la verdad y con la mentira política. Eso enervó mis sentidos y, desde entonces, me dije, por decirlo de algún modo, me convertí en activista. Un activista contra la mentira política. Por honradez intelectual les voy a comentar uno de esos hechos que me abofetearon. Yo viajaba todas las mañanas en tren de cercanías desde mi ciudad del extrarradio hasta el centro de la capital. Antes de pasar por los rodillos de la estación, por donde se introduce el abono de trasportes mensual, cogía el periódico gratuito y me iba al andén. Es curioso de contemplar esa rutina humana de las ciudades; esa marea de hombres y mujeres que se levantan todos los días del año temprano, sumamente temprano, para recorrer un largo trayecto hacia el trabajo y que, medio dormidos, esperan los trenes que les llevan al tajo. Los trenes que yo esperaba cada mañana venían de Guadalajara. Otros salía de aquella misma estación. Por regla general, todos los pasajeros escogemos el vagón que más nos conviene al trayecto al apearnos. Así, día a día, vas coincidiendo con las mismas personas. Hasta respetan el sitio donde sueles sentarte; y ellos suelen sentarse también donde siempre. Luego a estas gentes las terminas conociendo, y cuando paseas por la ciudad los saludas. Esos son del vagón, les dices a los que pasean contigo.Buenos días, hasta mañana, les decía los Domingos. Yo coincidía todas las mañanas con tres trabajadores de una empresa que siempre viajaban juntos. Se sentaban en mi derecha. Siempre me acuerdo del más mayor, calvo y con bigote. Los trenes de cercanías son muy monótonos, pesados. De vez en cuando suena un pitido intermitente, y una voz metálica explica: “Próxima estación: El Pozo”. Fue un 11 de Marzo. Después llegaron las mentiras. Y de bruces me di cuenta de toda la basura que nos rodeaba a los españoles. Y me convertí en un amigo de la búsqueda de la verdad. Escribía Orwell, con quien me identifico, sobre España: “Sea cual sea el origen de la información, todo es propaganda de partido, es decir, mentira”.”… en España vi por primera vez noticias de prensa que no tenían ninguna relación con los hechos, ni siquiera la relación que se presupone a una mentira corriente”. A media tarde yo sospeché que el gobierno mentía. Lo tuve claro, inmediatamente después de escuchar el mensaje del Rey. Desde entonces me dije que mi objeto sería el luchar por aportar mi grano de arena para convertir este país en democrático. Y para que este país sea democrático es preciso que desaparezcan todos y cada uno de los resquicios nacional-católicos de la derecha. Empezando por el Rey, que fue heredero de Franco. Y siguiendo por la Iglesia, que nunca ha hecho posible la democracia en España. Que la transición fue un cuento chino. Así que no me lo tomen a mal las personas. Es una cuestión de principios. “En realidad vi que la historia se estaba escribiendo, no desde el punto de vista de lo que había ocurrido, sino desde el punto de vista de lo que tenía que haber ocurrido según las distintas líneas de partido”. Y entonces descubrí la pandereta Española. “… porque me hacen creer que incluso la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo (…) ¿Cómo se contará la historia de la Guerra Civil española? Si Franco sigue en el Poder, los libros de historia lo escribirán sus prebendados”. Y lo que es la clave. “… es evidente que se escribirá una historia, la que sea, y cuando hayan muerto los que recuerden la Guerra, se aceptará universalmente. Así que, a todos los efectos prácticos, la mentira se habrá trasformado en verdad”. Y en eso vivimos: en una gran mentira fabricada. Un tinglado montado sobre un crimen impolítico, donde se usó el nombre de Dios en vano. Ya dije sobre otro suceso, ocurrido en 1933, en Casas Viejas. Un ejemplo del uso de muertos con finalidadas políticas de derribo. Males que heredamos. No se estaba preparado por aquellas fechas para el ejercicio democrático. Muchas veces, o casi siempre, pienso que hoy tampoco. De hecho hoy tampoco lo estamos. Ejemplos de impolítica, siempre que hay muertes de por medio - y cuando no-, los tenemos muy presentes. Ciertamente las posturas marxistas y anarquistas de aquella época adolecían de experiencia: creían en un mundo mejor era posible, porque en el que vivían no podía ser más que una pesadilla horrible. Yo según lo veo parece que al Gobierno se le presentó un asunto muy espinoso y no lo supo resolver como debiera. Constantemente se tuvo mas miedo a la capacidad revolucionaria de la Acción, en su mayoría pobres muertos de hambre, que de la fuerza contrarevolucionaria de la Reacción, organizada a través de las derechas locales, atizada por los curas desdes las sacristías, y apoyada por las armas de la Guardia Civil y el Ejercito. Teniendo el carácter de derribo político que existía en las mentalidades políticas del momento, que no entendían otra cosa que en trágala de unos frente a otros, se aprovechó el asunto para explotarlo al máximo. Al final siempre creo que los responsables fueron todos los que cayeron en la politización donde no se aceptaban adversarios políticos. Lo que había eran enemigos políticos. Y a esos había que destruirlos. Lo de la reforma agraria se planteó claramente mal, en una España Rural. Y después del bienio reformista los que entraron en el Poder, las derechas católicas, hicieron todo lo posible para paralizar las reformas emprendidas con un solo objeto: desestabilizar el régimen. Y hemos de tener en cuenta que en esa España rural los de derechas no eran solo los marqueses; sino que en muchos casos eran tan borricos y cabeza dura como los de izquierda; y eso de que las normas hay que cumplirlas depende de muchas cosas: como que hay un tipo de personas que solo entienden las leyes de sus mismísimos. En fin: eran muchas cosas por hacer y escaso el tiempo, la sartén había estado cogida por el mango de unos cuantos y no gustaba de soltarla. La ley que obligaba a contratar a braceros de una misma localidad tenía un fin claro: evitar el caciquismo. Si a los remolones y a esos que, como le diría, son "mala gente" no lo vamos a contratar y los buscamos de otros pueblos. A ver quien echa los garbanzos negros a la cesta. Aquí manda mis santos huevos y Paco el cagajuelas, ni Sebastián el piguarro aquí no trabaja; por mis santos huevos que no trabajan. Ya tienen el voto de todos los demás. El pucherazo de toda la vida. El problema de la república fue quizá que nació en una sociedad rural, el lugar de la impolítica. Me resulta difícil poder creer que el gobierno decidiera tomar una postura tan radical como la de no hacer prisioneros, ahora bien, tampoco descarto que aunque éstas no fueran las instrucciones precisas, pudiera ser que las verdaderas fueran la de reprimir sin contemplaciones la revuelta. La oposición fue al derribo. A saco. “Contra este mundo cambiante y fatasmagórico, un mundo donde lo negro puede ser blanco mañana y las condiciones meteorológicas de ayer se pueden cambiar por decreto, solo hay dos garantías. Una es que por mucho que neguemos la verdad, la verdad sigue existiendo, por así decirlo, sin nuestro consentimiento, y en consecuencia no podemos tergiversarla. La otra es que mientras quede parte de la tierra sin conquistar, la tradición liberal seguirá viva”.

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