martes, 24 de febrero de 2009

Transición y franquismo: le moleste a quien le moleste.


La sociedad española de 1978 no pudo construir una democracia. Había mucho franquista. Y, incluso hoy día, decir eso es pecado. Aún hoy los hay. Y si lo decimos, somos tachados de anti-sistema. Es cierto que la Guerra Civil española supuso un conflicto donde, una vez que el ejercito español y su oficialidad a donde iban a parar los jóvenes de las familias medio altas del país - con la Fuerza que confieren las armas- quiso tomar el Poder, se puso en marcha una revolución. Los que perdieron la Guerra, al menos, tienen el beneficio de la duda. Los que la ganaron, no: impusieron una dictadura militar de larga duración. España, con esos mimbres, no pudo constituir una democracia. Se que a los del Partido Popular les molesta que se lo digamos. Pero es que lo son. Así es.La política es un deber ciudadano. La aseveración parece incontestable. Sin embargo en esa frase se esconden dos palabras complejas, “política” y “ciudadano”, muy denostadas. Detrás de la política se encuentra las redes de poder de la sociedad. La madre del cordero de porqué esas dos palabras se desvirtúan se encuentra en que lo que está en juego de quien, personas o grupos, detente ese poder. Si la forma de organizar el Poder es el conveniente a los intereses de determinados grupos o se hace desde la clase política, no hay problemas. A fin de cuentas de lo que se trataba era de que “todo quedase atado y bien atado”. Por eso eso de que existan ciudadanos se dice con la boca pequeña. Harto es sabido que en determinados regímenes se procuraba que no se hablara de política. El ejemplo del general dictador aconsejando a uno de los que le rodeaban, “haga usted como yo, no se meta en políticas”, es muy conocido. Pero de paso se aprovechaba para decir que un rojo era poco menos que un demonio. Me comentan que hay a personas a las que no les interesa la política. Sin embargo, a la menor ocasión que se les presentan se molestan por lo que escribo. Por tanto, no me parece que sea como dicen. Les molesta por lo que escribo, por estar politizado; pero, a la vez, tienen amigos y conocidos que pegan la bandera española monarquica, la que venía estampada con la Nazi en los aviones que bombardearon ciudades, en los coches. O, sin son mayores, tienen a Franco en la boca. Sí, ya: no se meta políticas, pero con Franco se vivía mejor. A fin de cuentas las opiniones que presento han sido dadas ya por cráneos importantes y conocidos. Las posturas de Trevijano, por ejemplo, son a muy tener en cuenta. Éste siempre ha señalado que “la transición” se pilotó desde la clase política. Que los derechos y libertades ciudadanos no fueron conquistados por la población, desde abajo, si no que fueron otorgados desde arriba. Ya he señalado en otra ocasión como el modelo de transición se elaboró en base al “franquismo sociológico”. Esto es personas que legitimaban el régimen político de la dictadura franquista, principalmente por algunos éxitos económicos a partir de los planes de estabilización de 1959, cuando el Opus y sus técnicos ocuparon los lugares de Poder. El sistema educativo nacional-católico, la censura, la eliminación de disidencia política, como factor de orden público eran otros elementos del “franquismo sociológico”. La idea del padre y el respeto a él, como Jefe de familia. Un modelo de relaciones laborales paternalista, con el Jefe de empresa. Y un Jefe para la sociedad. Es por ello que visto a día de hoy el modelo montado en la Transición deba quedar en entredicho. De lo que se trató es de dar una salida airosa a los dirigentes de régimen para convertirse, de repente, los que había defendido toda la vida posturas antidemocráticas, convertirse en demócratas. Eso no cuadra por ningún lado. El derrocamiento del gobierno de Arias Navarro se debió más bien, a que desde el propio régimen se observó que no era el adecuado para pilotar un cambio donde todo siguiese igual. Alguien que ha defendido un sistema dictatorial, y aún hoy día lo legitima, no puede ser llamado demócrata. Ese modelo de transición y de régimen político montado desde la clase política, en base a cenáculos y pactos, con el fin de negociar la salida política de quienes detentaban el Poder en el régimen franquista, es el que hoy tenemos. Y que explican muchas de las cosas que ocurren. Un ejemplo es el de Partido Popular, donde se esconden muchas, si no todas, de las actitudes de franquismo. Esta es una cosa que les molesta a alguno de los que me leen y así me lo han hecho llegar. Según Javier Tusell 1 de cada 4 obreros industriales del cinturón madrileño votaron al CDS. Partido formado con una parte importante de personas que derivaban del régimen y que no opositaron contra él. Las cifras se disparan si de lo que hablamos es de empleados de empresas del INI, Empresas propiedad del Estado, sobre las que el Opus montó el sistema industrial español. Entender eso es entender, además, el doble régimen de relaciones laborales y de indemnización por despido que existen en la actualidad. Para obreros “conservadores” de sus puestos, con indemnizaciones caras, y todos los demás, los que vinimos después. Ramón Tamames en su Estructura Económica ofrece un interesante estudio del sector industrial español y de las empresas del INI. Sin poder ahondar mucho en la materia, la Constitución Española es un documento no solo jurídico, si no político, donde queda reflejado en acuerdo o pacto de la clase política del momento: políticos del régimen y políticos oportunistas. En él se otorgan unos derechos y libertades desde arriba, y se organizan las cuotas de Poder entre aquellos políticos oportunistas. Así la constitución española refleja la soberanía en las Cortes, y de ella emanan los poderes del estado. Este sistema rompe con el elemento imprescindible necesario para una democracia: la separación de poderes teorizada por los ilustrados (Montesquieu). Lo de que la soberanía reside en el pueblo son palabras bonitas, y que quedan muy bien. Pero quienes mandan son los Jefes de Partido, con el consabido clientelismo, amiguismo, puesto que faltan leyes de partidos que regulen como debe ser la democracia en ello. La asamblea con los brazos alzados entre compañeros no parece democracia. El art. 3 de la CE establece que España se constituye en una “Monarquía Parlamentaria”. Del Parlamento emanarán los demás poderes del Estado. El rey moderará a los Jefes de Partido. El Rey es inviolable. Fue el legado de la dictadura franquista: la decisión de Juan Carlos estuvo tomada por Franco. Entre 1792-1795 el proceso revolucionario francés estableció “La Convención”: Una dictadura de la asamblea legislativa. Obviamos que, sin no existe división de poderes, como ocurre en nuestro país, no existe democracia. La sociedad española de 1978 no pudo construir una democracia. Había mucho franquista. Y hasta hoy día decir eso es pecado. Es cierto que la Guerra Civil española supuso un conflicto donde, una vez dado el golpe de estado unos generales del ejército, se puso en marcha una revolución. Los que perdieron la Guerra, al menos, tienen el beneficio de la duda. Los que la ganaron, no: impusieron una dictadura militar. España, con esos mimbre, no pudo constituir una democracia. Se que a los del Partido Popular les molesta que se lo digamos. Pero es que lo son. Así es.

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