martes, 24 de febrero de 2009

Transición y franquismo: le moleste a quien le moleste.


La sociedad española de 1978 no pudo construir una democracia. Había mucho franquista. Y, incluso hoy día, decir eso es pecado. Aún hoy los hay. Y si lo decimos, somos tachados de anti-sistema. Es cierto que la Guerra Civil española supuso un conflicto donde, una vez que el ejercito español y su oficialidad a donde iban a parar los jóvenes de las familias medio altas del país - con la Fuerza que confieren las armas- quiso tomar el Poder, se puso en marcha una revolución. Los que perdieron la Guerra, al menos, tienen el beneficio de la duda. Los que la ganaron, no: impusieron una dictadura militar de larga duración. España, con esos mimbres, no pudo constituir una democracia. Se que a los del Partido Popular les molesta que se lo digamos. Pero es que lo son. Así es.La política es un deber ciudadano. La aseveración parece incontestable. Sin embargo en esa frase se esconden dos palabras complejas, “política” y “ciudadano”, muy denostadas. Detrás de la política se encuentra las redes de poder de la sociedad. La madre del cordero de porqué esas dos palabras se desvirtúan se encuentra en que lo que está en juego de quien, personas o grupos, detente ese poder. Si la forma de organizar el Poder es el conveniente a los intereses de determinados grupos o se hace desde la clase política, no hay problemas. A fin de cuentas de lo que se trataba era de que “todo quedase atado y bien atado”. Por eso eso de que existan ciudadanos se dice con la boca pequeña. Harto es sabido que en determinados regímenes se procuraba que no se hablara de política. El ejemplo del general dictador aconsejando a uno de los que le rodeaban, “haga usted como yo, no se meta en políticas”, es muy conocido. Pero de paso se aprovechaba para decir que un rojo era poco menos que un demonio. Me comentan que hay a personas a las que no les interesa la política. Sin embargo, a la menor ocasión que se les presentan se molestan por lo que escribo. Por tanto, no me parece que sea como dicen. Les molesta por lo que escribo, por estar politizado; pero, a la vez, tienen amigos y conocidos que pegan la bandera española monarquica, la que venía estampada con la Nazi en los aviones que bombardearon ciudades, en los coches. O, sin son mayores, tienen a Franco en la boca. Sí, ya: no se meta políticas, pero con Franco se vivía mejor. A fin de cuentas las opiniones que presento han sido dadas ya por cráneos importantes y conocidos. Las posturas de Trevijano, por ejemplo, son a muy tener en cuenta. Éste siempre ha señalado que “la transición” se pilotó desde la clase política. Que los derechos y libertades ciudadanos no fueron conquistados por la población, desde abajo, si no que fueron otorgados desde arriba. Ya he señalado en otra ocasión como el modelo de transición se elaboró en base al “franquismo sociológico”. Esto es personas que legitimaban el régimen político de la dictadura franquista, principalmente por algunos éxitos económicos a partir de los planes de estabilización de 1959, cuando el Opus y sus técnicos ocuparon los lugares de Poder. El sistema educativo nacional-católico, la censura, la eliminación de disidencia política, como factor de orden público eran otros elementos del “franquismo sociológico”. La idea del padre y el respeto a él, como Jefe de familia. Un modelo de relaciones laborales paternalista, con el Jefe de empresa. Y un Jefe para la sociedad. Es por ello que visto a día de hoy el modelo montado en la Transición deba quedar en entredicho. De lo que se trató es de dar una salida airosa a los dirigentes de régimen para convertirse, de repente, los que había defendido toda la vida posturas antidemocráticas, convertirse en demócratas. Eso no cuadra por ningún lado. El derrocamiento del gobierno de Arias Navarro se debió más bien, a que desde el propio régimen se observó que no era el adecuado para pilotar un cambio donde todo siguiese igual. Alguien que ha defendido un sistema dictatorial, y aún hoy día lo legitima, no puede ser llamado demócrata. Ese modelo de transición y de régimen político montado desde la clase política, en base a cenáculos y pactos, con el fin de negociar la salida política de quienes detentaban el Poder en el régimen franquista, es el que hoy tenemos. Y que explican muchas de las cosas que ocurren. Un ejemplo es el de Partido Popular, donde se esconden muchas, si no todas, de las actitudes de franquismo. Esta es una cosa que les molesta a alguno de los que me leen y así me lo han hecho llegar. Según Javier Tusell 1 de cada 4 obreros industriales del cinturón madrileño votaron al CDS. Partido formado con una parte importante de personas que derivaban del régimen y que no opositaron contra él. Las cifras se disparan si de lo que hablamos es de empleados de empresas del INI, Empresas propiedad del Estado, sobre las que el Opus montó el sistema industrial español. Entender eso es entender, además, el doble régimen de relaciones laborales y de indemnización por despido que existen en la actualidad. Para obreros “conservadores” de sus puestos, con indemnizaciones caras, y todos los demás, los que vinimos después. Ramón Tamames en su Estructura Económica ofrece un interesante estudio del sector industrial español y de las empresas del INI. Sin poder ahondar mucho en la materia, la Constitución Española es un documento no solo jurídico, si no político, donde queda reflejado en acuerdo o pacto de la clase política del momento: políticos del régimen y políticos oportunistas. En él se otorgan unos derechos y libertades desde arriba, y se organizan las cuotas de Poder entre aquellos políticos oportunistas. Así la constitución española refleja la soberanía en las Cortes, y de ella emanan los poderes del estado. Este sistema rompe con el elemento imprescindible necesario para una democracia: la separación de poderes teorizada por los ilustrados (Montesquieu). Lo de que la soberanía reside en el pueblo son palabras bonitas, y que quedan muy bien. Pero quienes mandan son los Jefes de Partido, con el consabido clientelismo, amiguismo, puesto que faltan leyes de partidos que regulen como debe ser la democracia en ello. La asamblea con los brazos alzados entre compañeros no parece democracia. El art. 3 de la CE establece que España se constituye en una “Monarquía Parlamentaria”. Del Parlamento emanarán los demás poderes del Estado. El rey moderará a los Jefes de Partido. El Rey es inviolable. Fue el legado de la dictadura franquista: la decisión de Juan Carlos estuvo tomada por Franco. Entre 1792-1795 el proceso revolucionario francés estableció “La Convención”: Una dictadura de la asamblea legislativa. Obviamos que, sin no existe división de poderes, como ocurre en nuestro país, no existe democracia. La sociedad española de 1978 no pudo construir una democracia. Había mucho franquista. Y hasta hoy día decir eso es pecado. Es cierto que la Guerra Civil española supuso un conflicto donde, una vez dado el golpe de estado unos generales del ejército, se puso en marcha una revolución. Los que perdieron la Guerra, al menos, tienen el beneficio de la duda. Los que la ganaron, no: impusieron una dictadura militar. España, con esos mimbre, no pudo constituir una democracia. Se que a los del Partido Popular les molesta que se lo digamos. Pero es que lo son. Así es.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Ética y política en Manuel Azaña




Una de mis preocupaciones intelectuales es la reflexión filosófica en torno a España. Inicio aquí, en exclusiva, un ensayo sobre la obra ética y política de Manuel Azaña, esperando que sea de interés para todos ustedes, mis vecinos, para quien ofrezco este trabajo de investigación.


MANUEL AZAÑA, ÉTICA Y POLÍTICA DE UN REPUBLICANO, UN INTELECTUAL Y UN BURGUÉS

Nació Manuel Azaña en una casa espaciosa, con grandes balcones de acero y cristal, que daban a la calle de la Imagen, en Alcalá de Henares. Una típica casa burguesa en una típica casa complutense: con su zaguán de entrada, que administra el paso a los patios interiores que sirven para dar luz a las estancias. Son las casas de la vieja Alcalá un tanto monacales, unas repúblicas para la reflexión interior, con esos patios empedrados. La de Azaña no era menos, y aunque su fábrica era propia del XIX no así su trazado, más propio de del XVII. El Diseño urbanístico complutense no es comparable a ningún otro: de materiales pobres, ladrillos del Zulema, y poca y mala madera (No así la de Azaña, toda una casa construida por ladrillos nuevos): las viviendas se encuentran en simbiosis con las calles. Las calles se trazan a cordel: son largas, espaciosas, apetecibles para el paseo sosegado. Los cánones renacentistas, clásicos, dictan que la altura de las casas sean igual a la anchura de la las calles. Quiere esto decir que la vieja Alcalá se planificó funcionalmente para albergar en ella una auténtica ciudad universitaria, nacida al efecto, y no como extensión del colegio catedralicio. Esta largura de las calles, esta racionalidad funcional, según los cánones de Vitrubio, hicieron que en el XVII se entablara una feroz lucha por comprar los terrenos mejores para colocar los barrocos conventos y, así, en perspectivas similares a la pintura, dar fin a cada calle importante, a cada cruce, con una cúpula, un espadón, un campanario. La batalla por los terrenos urbanos fue feroz: se trataba de mostrar la religiosidad al exterior de la calle, para mostrar quien manda más y quien más puede. En pleno corazón complutense nació, vivió, escribió y se formó en Joven Manuel Azaña. Servía su casa como espacio de recogimiento y, por tanto, un tanto monacal. Pero al punto que ponía sus pies en la calle los telones y fachadas de los conventos de Trento asomaban en calles y plazas. Anduvo Manuel Azaña por toda la calle del comercio, hoy soportalada y llamada mayor, hasta la calle de los libreros, lugar donde, en cada esquina se colocaban las tiendas donde los estudiantes, con sus manteos, compraban El Quijote, o, perdidamente, El Lazarillo, o alguna obra prohibida de Erasmo. Como ese magnífico los Silenos de Alcibíades, que pasaba de mano en mano, de manteo a manteo, junto al broquel y el arcabuz escondido, y donde se ponía a parir, literalmente, a los príncipes, magistrados, obispos y monjes de la Iglesia, los cuales habían confundido las riquezas, la estirpe y los bienes corporales con los valores cristianos. En la calle libreros hubo una imprenta, de las más importantes de toda Europa, donde sus máquinas escupían vertiginosamente toda la obra de Erasmo, traducida a la lengua vulgar, que por entonces, empezaba ya a ser muy rica –como lo muestra la gramática de Nebrija, profesor viejo de Alcalá-, para difundir lo que se llamó posteriormente el humanismo cristiano. Manuel Azaña, se crió, por tanto, en esas calles donde pugnaban dos Españas: la humanista, la cisneriana, la que propugna la vida cristiana, la de los príncipes de la paz y la de la Reforma, por un lado; y la de Trento, la monacal, la conventual, la que propugna el valor del Poder terrenal de la jerarquía eclesial sobre la tierra: la contrarreforma. Añaza conoció la derrumbada moral de la ciudad siendo un neófito intelectual que pateaba aquellas calles pobres. El casinillo, construido recientemente, y en el Paseo de la Estación, eran sendos ejemplos de los cambios necesarios que la burguesía podía llevar a cabo. Posiblemente viera Azaña que la manera de regenerar la vida social y política de su país fuera la de aquellos burgueses. Sin embargo veía, como Ortega, que la Política estaba copada por los que tomaban café en el casinillo decimonónico de la Plaza de Cervantes, con sus retorcidos bigotes; como esos príncipes de Salina Gatopardianos, , pero, cortos de miras y caracterizados por la inepcia, eran incapaces, ni tan siquiera, de mover los hilos para que todo cambiase para que todo siguiera igual. Aquella fue la infancia de Azaña, en el ambiente regeneracionista, la filosofía de Krause, la crisis finisecular. A la vez Pio XII condena el materialismo, el liberalismo y el socialismo. Se masca la tragedia. ¿Qué influencia tendría la vieja Alcalá para su postura intelectual, ética y moral? Esa es la pregunta que trataremos de responder aquí.
LA CALLE DE LA IMAGEN Y EL PENSAMIENTO ÚNICO
Nació Miguel de Cervantes Saavedra en una humilde casa alcalaína. La que hoy se muestra como casa-museo natal sirve para ver como era una casa acomodada del siglo de Oro, pero nada más. La casa que se visita bien podía ser la del caballero del Verde Gabán, pero no es la de Cervantes... ni la de Don Quijote. La verdadera casa, esa sí, donde Miguel nació está situada al lado de la que se exhibe. No colindante, pues entre medias queda la calle de la Imagen. Esta casa es conocida por los alcalaínos como "Casa de la Calzonera". Documentos hay que atestiguan que era propiedad de los Cervantes en aquella fecha; como hay documentos, gracias a Trento que obligó al efecto llevar anotados los bautizos, de que Cervantes fue bautizado en la capilla del Oídor. También que el propio plumeador, en documento escrito de propia mano, se define como alcalaíno. Esa discusión hace tiempo que quedó zanjada, y todos los cervantistas la dan por sentada con unanimidad. No es a eso a lo que quería referirme. De lo que quería hablar era de esa casa con la cual "la de la Calzonera" es vecina. Es esa otra casa, como digo, de singular importancia. Una casa burguesa y decimonónica, que rara vez no estaba llena de pintadas politizadas de todo tipo, donde nació otro españolísimo. Quijotesco, vilipendiado, ultrajado y maldecido: Don Manuel Azaña. Presidente de la II República española. Es la "calle de la Imagen", en honor al convento de las carmelitas, una singular vía española. El visitante que acude los domingos a Alcalá no suele advertir su importancia: sin embargo, pocos saben lo que laten esos 70 metros que van desde la calle de Santiago a la Mayor. En ella laten, otra vez, las dos Españas. En esa calle nacieron Cervantes y Azaña. Santa Teresa de Jesús, la mística, fue priora de un convento que allí se encuentra, en otro modelo de religiosidad subjetiva e individual: para sí. En ese espacio urbano mínimo, a ras de tierra, late una España: la que habla, la que dialoga, la que escribe, la que razona: Cervantes, Azaña y Santa Teresa. Sin embargo, en esa misma calle, queda bien claro quien es el que manda: la cúpula del convento de la Magdalena, que se alza al cielo, cae al medio de la calle, en perspectiva, con una clara intencionalidad. El de imponerse a todos los demás: el Pensamiento Único, los claustros, Trento, la ignorancia, los que rezan y el oscurantismo. El nombre de la calle es sintomático: habiendo nacido en ella Cervantes y Azaña, lleva como nombre la de un convento. Siempre he dicho que para visitar Alcalá de Henares lo que hay que hacer es admirar las perspectivas. Los puntos hacia los que confluyen los ojos. Allí se encuentran las verdades españolas. El oprobio se sitúa a ras de tierra. Todos los intentos por rehabilitar la figura de Don Manuel Azaña, el político burgués, intelectual y republicano, se hacen imposibles. Es por ello que yo, aquí, voy a tratar de exponer su pensamiento político. Hoy con pequeñas pinceladas. Era Azaña un platónico, un español hasta las cachas, que abogaba por ideas que ahora son del todo arrumbadas: El estado laico, la refacción de España, la reivindicación de la civilización y de la modernidad, junto con la reivindicación de lo humano para el español. Los salvapatrias condenaron a una mente preclara, un defensor de las ideas mediante el diálogo, al ostracismo. Mediante soflamas interesadas, medias verdades y mentiras interesadas que tenían como objeto eliminar una cosa: La verdad, la claridad y el diálogo socrático para alcanzarla. La verdadera realidad en la que vivió Azaña era la de una España que no atendía a esas razones, en una de las mayores perversiones que puede sufrir una democracia: que un gobierno posterior no respete en nada lo realizado por un gobierno anterior, en momentos donde el antagonismo se vuelve atroz y los odios se enconan. Pocos eran los preparados para entender a Azaña. Como pocos son los preparados para entender a Cervantes... y al Quijote. La II república se encontró débil desde el inicio: tratar de separar la Iglesia del Estado era inconcebible para los que mandaban. Eran incapaces de entender, y aún hoy lo son, de que la religiosidad, la confesión religiosa pertenece a la conciencia individual; y que, por tanto, la Iglesia y no el Estado debía atenderla. Ese fue el pensamiento de Azaña que las cavernas eran incapaces de transigir. En momentos como el de hoy, 30 aniversario de la Constitución Española de 1978, el oscurantismo sobre la figura de Azaña es aún cruel, y el Pensamiento Único impera hoy, como siempre. Azaña acabó como todos los que tienen razón y dicen verdades: condenados a beber cicuta. Pero murieron buenos, no como otros, que bajo tierra santa guardan sus huesos. Hablar hoy de una república democrática es como poco una aberración, condenando a los que tienen ese pensamiento y esas ideas de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Repitamoslo: Azaña era un burgués, un republicano y un intelectual. Un español y castellano hasta la médula. Una salva para mi compatriotas Azaña, Cervantes y a todos aquellos que han visto la luz de la filosofía fuera de las cavernas.
ALCALÁ DE HENARES LO ESPAÑOL, Y LA CRISIS FINISISECULAR DE 1898
Siglo XVI

Son las calles de la vieja Alcalá de Henares testigos mudos y doliente de lo “español”. De lo genuinamente español: de eso que hierve en las entrañas y que llora apasionado con un niño muerto en brazos, arrebatado por las balas y por el odio. Ya he señalado en otras ocasiones como esta vetusta ciudad cobra significado de nuestra Historia común. Desde el poblado íbero de Iplacea, pasando por el cruce de caminos romano de "Compluto", y la frontera natural que supone la alcarria del Henares a los reinos de Alá. Sin embargo, su esplendor llegó con la fundación de su Universidad, al socaire de los aires culturales del Renacimiento europeo. La clarividencia de Cisneros, confesor de la Reina, hombre de Estado y Regente del reino católico, previó la reforma necesaria del clero ignorante y zafio. Se acudió a las fuentes claras de cristianismo, a los padres de la Iglesia, y la Biblia fue objeto de estudio humano: el “Renacimiento español”, aunque éste no adquirió el significado que hoy se le da y que no se sustasnció hasta siglos más tarde, es sinónimo de Alcalá de Henares . La gran habilidad de Cisneros fue hacer a Alcalá en todo un centro del saber moderno, único en Europa: La teología se estudiaría, a opción del estudiante, por tres vías diferentes: Escotista, nominalista o tomista. Ésto significaría un símbolo de modernidad en un mundo donde la escolástica medieval había quedado recluida al saber de los monjes en abadías. En sus largas calles, tiradas a cordel, en sus corrales, en sus conventos, hasta hace poco descabezados, hierven las dos Españas. La cultura del Renacimiento, de Erasmo, del humanismo cristiano, de la vuelta a los clásicos de Grecia y Roma, a un lado, y la cultura del Barroco, de Trento, de Felipe II, y, otra vez, de los conventos, al otro lado. Ay! , madre Alcalá. Dos Españas que se gestan para hundir sus pies y darse de palos, como mostraría Goya posteriormente. Por las casas de pupilaje, por las repúblicas de estudiantes, por los colegios complutenses empieza a gestarse España: Lope de Vega, Quevedo, Calderón, Mateo Alemán, Vives, Nebrija, Valdés, San Juan de la Cruz y el cerro de la Vera Cruz, monte desolado con altiplano, que recuerda el monte de el calvario, presidiendo los colegios. La Vera Cruz, lugar del Ecce Homo, nombre como también se le conoce. Alcalá de Henares se constituye, así, como el ideal de la ciudad de Dios, la Civitas Dei, postrada a los pies de la cruz que se yergue al horizonte, como dibujó el Greco para Toledo, se idealizaba en la que sería ciudad universitaria de sus arzobispos. Después llegó El Barroco: los conventos, si los conventos, se alzan sobre el plano complutense y coparon las perspectivas urbanas. La congregaciones tratan de restar poder a la Universidad: La ignoracia, una vez más, puede al saber. De ahí , de ese conflicto, nacerá Don Quijote, que morira sabio y bueno si haber habitado nunca ningún claustro; mientras, en nuestra ciudad, los conflictos teológicos se debaten en sus aulas, así como las relaciones de Poder dentro de la Iglesia y las herejías. Erasmo, Lutero, al principio. Después Jansenio, y su doctrina de la justificación por la fe, contra los jesuitas, congregación de caballeros cristianos fundados por un sopista de Alcalá: San Ignacio de Loyola. En las calle de Alcalá, los estudiantes, con sus manteos donde ocultan las bocas de fuego y el broquel, se dan a las armas reconstruyendo la guerra de las comunidades y en el callejón de peligro, junto a la posada de la parra, a duelo se baten. Empieza a hervir, humildemente, la que será España en esas calles ilustres que ven pasar los tercios del Rey, que paran en los bodegones. La calle de Santiago matamoros, la más larga, se colocará en pleno barrio árabe y la imponente cúpula de los jesuitas se colocará, desde esa perspectica, en el centro de ella, señalando claramente quien manda allí. En otra perspectiva dará sombra a San Idelfonso. La Alcalá barroca ha derrotado a la Alcalá humanista; las órdenes religiosas, más poderosas, compran los terrenos más caros, en un ejemplo de urbanismo religioso, con el afán de que sus torres, pináculos y campanarios sean vistos desde más ángulos posibles. Dinero, Iglesia, Claustros, Poder e ignorancia. Palas Atenea es prohibida. El Guzmán de Alfarache, el Lazarillo de Tormes, el Buscón y la picaresca de un reino de súbditos que se mueren de hambre, para más gloria de un imperial Rey, se gestan en Alcalá.... En una humilde casa, al lado de la que se muestra como tal, la de la calzonera, nace un niño llamado Miguel. De mayor luchará contra el turco, junto a Juan de Austria, en Lepanto, donde quedará manco. Y hará cosas más grandes. Morirá pobre, lisiado... y con los años pasará a ser el mayor Ingenio de las letras humanas, en la obra más Universal del arquetipo español: El Quijote.

1898

1898: Ha quedado Alcalá de Henares largos años a trasmano; a la retaguardia de lo español. Ser alcalaíno, como Cervantes, como Azaña, el patriota republicano, significa ser español hasta la médula, hasta los tuétanos; pero una clase de español algo diferente: un español lúcido, un español consciente de su ser. Unamuno recorrió la ciudad del Henares cuando ella era ya un solar triste, somnoliento, rural y carpetovetónico. Triste, si triste. Las murallas que envolvían la ciudad se caían a cachos y los edificios que fueron Universidad se derrumbaban y desaparecían. Auquellos antiguos colegios esperaban a los estudiantes que, parecía, nunca volverían. Un triste tren, de vez en cuando, pasaba por un Alcalá decimonónico, donde, en una de sus posadas, se recrea “el sí de las niñas”, de Moratín. La desmortización liberal, el centralismo, la eliminación de los viejos fueros condenaron a la ciudad... pero todavía había cosas peores. Alcalá, modelo de ciudad universitaria para el nuevo mundo, en un mundo colonial basto perteneciente a reyes ineptos y de súbditos que se morían de no comer se convirtió en una pobre ciudad rural de edificios ruinosos: como lo fue toda la España finisecular. Una ciudad donde solo mandaban cuatro: el cacique, el cura, el médico y el boticario. Los que se reunían en el casino a jugar al Mus en el Casino, para hablar de regeneracionismo, pero no mover un dedo, en verdad ! Con lo bien que sabe el anis y el Brandy!A lo lejos, desde el cerro del Ángel, se divisa el caserío, que se derrumba, de cúpulas decrépitas, de relojes parados, de torres caídas y espadones sin campanas. Al atardecer, los braceros hastiados de la siega -su única temporada de trabajo- acudían de los campos; y las mejores familias paseaban por la calle del comercio. Las mujeres con sus vestidos de tul, sus encajes, sus corpiños, sus sombrillas y sus monederos colgando, compran roscas de Alcalá en las tiendas y son chicoleadas por los militares de repmplazo que ahora ocupan los hundidos edificios. Los señores, en el casino, aburridos, juegan al mus y, recostados en sus sillones, hablan de política cuales Menéndez y Pelayos: mucha palabra y pocas soluciones para una España que lleva el paso de un carro. La única industria que hay en esa Alcalá que visitó Unamuno es una fábrica de ladrillos, parada casi todo el año. Mientras, los labriegos, los braceros y los obreros sin trabajo están lampando, mientras las viejas que mean de pie, buscan algún gato o rata para hechar al caldero. Se va haciendo de noche. Llegará la noche. Y la tormenta. Las sombras de “el Viso” dejan la alicaída ciudad, otrora brillante, en penumbra. Alguna vez, algún carro, entra en la ciudad a esas horas y un perro en sus calles, empedradas con cantos redondos, ladra solitario. ¿Qué era España en 1898? Se preguntan todos con tristeza. Las viejas monjas en sus conventos, el ejercito acuartelado en viejos colegios que se caen y las putas. En Alcalá de Henares, mi Álcalá, putas, monjas y militares. Nada más quedaba. Alcalá de Henares: reflejo todo de la España toda, que sufre y llora. Las monjas, con sus garrapiñadas, rezan en los conventos. Sus jóvenes sin dinero para pagar su excedencia, también: es el sorteo de quintas, y los ejércitos se baten en Cuba, en África, y en Filipinas, luchando por una España que nadie sabe lo que es ya. Los que fueron subditos del rey de las Españas, se aburren sin nada que hacer, y sus estómagos vacíos, claman por las tierras circundantes muertas con el afán de trabajarlas Las viejas, en el camino de Guadalajara o de Madrid, se calientan vendiendo a algún despistado transeúnte sus dulces almendras.