martes, 2 de diciembre de 2008

No por nada


Fotografía de Samuelson


Son necesarias algunas precisiones en materia económica; por ello, se hace preciso que en momentos de incertidumbre económica, como el que vivimos, hablemos de economía. El objeto es que nos aclaremos algo en todo lo que ocurre, so pena que andemos perdidos. No es tiempo, tampoco, de ser agoreros: pero si de tener conciencia, de alguna manera, de lo que está ocurriendo. La economía es una de las ciencias prácticas más útiles que hay. Es cierto que ésta es muy críptica: abstrae conceptos de la realidad, a las que llama variables, y las analiza, a través de métodos estadísticos que se llaman “de regresión”. Ciertamente: es difícil su comprensión, pero no conocer como se influyen entre sí, hace que tengamos menos apoyos para interpretar “la realidad”. Intentaré no mostrar los Bíceps de la terminología opaca: intentaré ser lo más claro posible para ser comprendido por los profanos. En mi vida de observador de la realidad socio-política, y por ende económica, no había vivido una situación de la economía como la que ahora vivimos. De ahí su importancia. No habíamos visto, nunca, la vuelta al keynesianismo de las políticas económicas. Eso es lo que ocurre ahora, porque las circunstancias vuelven a ser similares a las de 1929. Y es para alarmarse: La política monetaria, la de los monetaristas, sirve de bien poco, pues aunque se insufle dinero en el interbancario, la falta de confianza por “la economia real” hace que el dinero se quede en las cajas fuertes de los bancos – la misma trampa de la liquidez que en 1929-. Aunque no perdamos la calma. En economía “los precios” están relacionados: que suba el precio de las castañas y baje la demanda de casas rurales, por ejemplo: La gente se queda, velis nolis, en casa asándose unas castañas. En fin: los políticos y sus asesores, economistas, están optando por políticas de la demanda. Esto es, incentivar la economía en base a gastos públicos, para que el motor no se cale. No sabemos en que acabara todo esto, pero la recesión mundial a la que nos acercamos parece morrocotuda. Si no, los gobiernos todos, no volverían a Keynes de esta manera. Si es posible que estas medidas sean las únicas que se sepan utilizar de alguna manera, por haber experiencia en ellas. Y solo gobiernos progresistas están legitimados, por principios, para ponerlas en marcha. Aunque no hemos de olvidar que gobiernos conservadores han usado mano de puro Keynes en muchas ocasiones: Ronald Reagan y Bush, por ejemplo. Estos usaron, en la celebre elección entre “cañones y mantequilla”, por los cañones. Esas decisiones de “política económica” es el punto de encuentro entre la política, la economía y la moral, que tanto me empezó a interesar hace años. Parece ser que, en España, parte de esa inyección de gastos públicos irán a parar a los ayuntamientos, como modo rápido de inocular “dinero publico” a la población, para que se produzcan efectos multiplicadores: El ayuntamiento tiene dinero, contrata a gentes para obras, y estos consumen y compran con ese dinero. Debemos hacer un “buzón de sugerencias” local para articular, a la vez, esos dineros en cosas útiles y consensuadas, de ahí la importancia de la talla moral que tengan nuestros regidores. En fin: estos “dineros públicos” no salen de la chistera. Con ellos se endeuda el futuro, aunque ahora, a diferencia de tiempos pasados –como durante los gobiernos de Felipe González- , los tipos de interés puestos a la deuda pública, son dispuestos por el BCE. Los “déficit públicos” son un coco para los tipos de interés, tal y como propugnaba la zambomba liberal, pues, para el futuro, ayuda al ahorro y desincentiva la inversión, al preferir el inversor “Deuda Publica”, siendo el estado quien pague los intereses. Todo depende de que lugar del PIB se encuentre la economía española: por debajo de su potencial o por encima. Muy posiblemente la economía española tiene problemas estructurales endémicos de muy difícil solución y puede que la clave toda se encuentre en el sector energético. En fin, no se sabe que pasará y habrá que estar a la expectativa; en cierta manera apoyo que sea un gobierno socialdemócrata quien adopte estas medidas. Pues son medidas que no casan con un partido conservador que, aún antes del debate sobre las medidas económicas de Zapatero, como escuché en la radio, seguían propugnando la bajada de impuestos para las rentas más altas y no echar mano del déficit –nuestro colchón de seguridad-. Si se tomasen estas medidas que propugnan los partidos conservadores haría presagiar un gripazo de padre y muy señor nuestro que postraría a la economía española en cama por algunos años. Hay que empezar, otra vez, los “cuadernos de economía” española, para ver como van las constantes vitales de este enfermo: y ser muy prudente en las medidas. Nunca, como en el día de hoy, un ministro de economía ha sido tan importante. Me congratulo, por ahora –luego ya se verá-, que sea Solbes, sinceramente. Otra medida, aunque aquí en gobierno de España ya casi nada puede hacer, salvo salirse de la zona Euro, para poder tener política monetaria propia, sería hacer una política monetaria expansiva muy fuerte por parte del BCE, emitiendo dinero a mansalva, para estimular la producción y los precios. !Si los precios! porque el problema, uno de ellos, de la economía española se encuentra en el endeudamiento familiar. Una política fiscal, junto a una política monetaria expansiva, se hacen necesarias: porque el problema gordo al que nos enfrentamos es a la deflacción . El gobierno, actualmente, solo puede hacer lo que hace: política fiscal del Gasto Público. Suponemos que el PP haría mucho menos. No haría nada: no por nada, sino porque, precisamente, esos son sus principios en materia económica. La política económica del PP es la del juego de la silla. A dar vueltas alrededor de una sillas y los que se sienten los primero ganan: partiendo con la ventaja de que unos, los gordos, dan vueltas a las sillas y otros, los pequeños, dan vueltas a los gordos, con el culo al aire y bajandose los pantalones. Así ha sido siempre. Por los siglos de los siglos.

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