jueves, 18 de septiembre de 2008

El cristianismo no es un humanismo II


Cuentan que Don Quijote entró a hurtadillas en la ciudad manchega de El Toboso junto con Sancho. Al divisar la ciudad a lo lejos le hubo parecido que allí había un rico palacio donde vivía Aldonza Lorenzo, saladora de puercos. Como es de suponer aquella noche debía ser oscura y que por los inhóspitos callejones toboseños fue a parar al que a su parecer era palacio de princesas. Ni castillo, ni molino, ni gigante, ni venta: Con la Iglesia hemos topado, amigo Sancho. Con la derecha hemos topado. Por ello continuo con mis artículos políticos que, en el fondo, no dejan de ser una antropología. En especial es de mi agrado este “humanismo cristiano” con los que nos dan al tambor los partidos “democristianos” y “democracia cristiana” que, dicen ellos, formar parte del entramado ideológico del Partido Popular. Tan fuerte le dan al mamporro con otras cosas peregrinas nacionalcatólicas que lo que suena, a mi modo de ver, es otra tonadilla que nada tiene que ver: pregúnteselo usted a algunos de los que van a misa los domingos, y a otros que no, a los señores curas, a los señores Obispos y a otros que están contra el ZP. ¿Humanismo chililiqué? A mí hábleme usted del Cid y los moros y los tres reyes que había en España cuando ni siquiera había España: que eso es lo que a mí me contaron de niño en la escuela y que en la Iglesia no se enseña nada malo. Al menos se enseña algo, es cierto. No voy a entrar ahora a explicar cosas que son de cajón ni a repasar la historia de los –ísmos (Pónganles ustedes delante cualquier cosa como Real-, Su-, Nacio-, Huma-, Dada-…) Se darán ustedes pronto cuenta que esto de los –ísmos en tropel es algo reciente, y que yo lo vengo traducir por corriente. Corrientes que se secan, que fluyen, que desaparecen, que reaparecen… Lo que trato de argumentar con estos artículos es lo siguiente: el CRISTIANISMO del siglo XXI NO ES UN HUMANISMO. Es otra cosa. Y no crean ustedes que esta proposición no es intensamente discutida. Es cierto que existe una antropología religiosa, sustentada no en el “homo sapiens”- hombre lógico cuya pretensión es conocer la verdad a través de la intelección -, sino por el “homo religiosus” – hombre que trata de conocer la verdad a través de la Fe, o la creencia -. Habla el hombre religioso de los “valores cristianos” y sobre ellos sustentar una idea política aplicable a todos los demás, como si los “valores cristianos” fueran todos de la misma naturaleza. Porque pregunte, u observe, usted a algunos de los que dicen defender esos “valores cristianos” y que hacen unos remolinos con sus dedos sobre su pecho y cabeza y lo más que se ve es esto: hipócritas, falsos, egoístas y malas personas. Que lo del humanismo cristiano está muy bien oiga, puesto sobre el papel y las palabras, pero míreles, míreles en su vida cotidiana, en sus concepciones políticas, en sus valores individuales, en sus conductas cívicas: a ahí no se salva ni el apuntador. El sentimiento religioso es muy humano: puesto que todo hombre, por simple que sea, busca encontrar respuestas. La religión es la forma más simple de encontrar respuesta: con “creer” basta. Por ello es el terreno de los simples. Pero al ser humano no le basta con “creer”: el humano egregio busca otra cosa: busca “saber” y no le valen creencias ni Cristo que lo crió. El “creer” es muy humano, pero pertenece a una clase de hombre inferior. El creer consiste en el necio que ya sabe las respuestas: no dándose cuenta que detrás de esas repuestas hay más preguntas. Detrás de Dios hay mas por lo que preguntarse, empezando por Dios mismo. El “saber” consiste en otra búsqueda de hombres que pertenecen a otras elites. Un humano superior. El cristianismo también tiene sus aspectos positivos, pero no deja de ser lugar de esa casta de hombres mediocres, tanto intelectual como moralmente. Sin embargo, el hombre del siglo XXI ha recorrido una senda prolija en hallazgos y pensamientos, que van desde Husserl, Ortega, Wittgenstein, pasando por Sastre, Heiddegger y un largo etcétera que hoy en día continúa. El Teólogo y el místico pertenecen a otra época y a otro lugar que se sitúa atrás: En el siglo XVI.

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