Con tristeza leo sobre la muerte de Charlton Heston. Poco a poco, tristemente, los grandes mitos del celuloide, los ídolos olímpicos inmortales del siglo XX, van desapareciendo irremediablemente. Este actor de largos músculos se especializó en papeles que representaban a alguna figura histórica de renombre: El Cid, Judá Ben-Hur, Moisés. Su físico ideal, por cumplir los cánones griegos y los modelos de belleza clásica, venía como molde para resaltar la figura del personaje que interpretaba; sin embargo, todas estas películas dirigidas por directores que en su día eran reconocidos especialistas, como Cecil B. de Mille, (que hoy no pasan por ser, en especial el último, como correctos, pero aburridos directores de peplums y cine de aventuras que falsearon, a través de cartón piedra, los hechos históricos a la conveniencia de la moral y sociedad norteamericana del momento); como digo, todas estas películas están teniendo un mal envejecimiento, quedando irremediablemente anticuadas. En materia de directores de las películas que Heston intervino no me refiero, por su puesto, a William Willer, director fetiche de André Bazin, ni de Anthony Mann- ex marido de Sara Montiel- y director al que llevo yo varios años reivindicando. Sin duda, para mí, las dos mejores películas en las que intervino, a parte de alguna mítica como “el planeta de los simios”, fueron “el señor de la guerra”, del Franklin Schaffner, y “Sed de Mal” de Orson Welles, películas donde, en verdad, adquiría cotas de intérprete - aunque yo creo que más bien por la calidad de la efectiva dirección de actores de los dichos directores que por méritos propios-. En fin que muere un actor mítico y las columnas en los partidos de derechas se lanzan a ensalzar su magnífica figura, de la que nadie duda, simple y llanamente, no por sus cualidades cinematográficas, sino por su filiación política. Ni la muerte de Antonioni o de Bergman, auténticos maestros del 7º arte, despertó tanta pasión de obituario. Sin demérito del actor homenajeado en su actividad artística, como gran modelo, me opongo a los columnistas que, en
En las cálidas noches valxeritenses, junto a las frescas gargantas durante el estío: No nos hemos sumergido en los profundos y oscuros recovecos del alma humana. Plácidas, cálidas: noches valxeritenses. Bitácora.
lunes, 14 de abril de 2008
Heston y una de romanos
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