miércoles, 16 de abril de 2008

Defensa de las posturas éticas y actitud contundente ante su conculcación .




Defender cada uno sus ideas y proyectos sabiamente sin insultar y meterse con las personas concretas que profieran dichas ideas es del todo saludable en la vida democrática; no todo el mundo sabe hacerlo. Tomárselo por la tremenda depende de la decisión moral de la que se trate: hay acciones tremendamente inmorales en las que uno debe actuar de acuerdo a sus convicciones: eso sí, sin insultar a la persona que la tome. Estar contra la guerra, contra las armas de fuego, contra la imposición moral de un grupo frente a otro en base a su poder económico o las tradiciones rancias que rememoran viejos privilegios, contra el atentado a los derechos fundamentales y de la persona y todos y cada uno de la declaración de derechos enunciados por el Derecho internacional son actitudes que señaladamente han de ser defendidas siempre de una manera tremenda y taxativa, por imperativo moral, e incluso, religioso si se precia. Ya no hace falta a nadie que le vengan a decir lo que está "bien" o "mal": los derechos naturales han quedado explicitados en cartas de declaraciones de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y hay que cumplirlos siempre por imperativo categórico. Si alguien desde lugares privilegiados de las ondas o desde los púlpitos, no en calidad de ciudadanos, sino en su calidad de sacerdotes hacen defensa de sus valores a la tremenda, trayendo la discordia y enemistando espúreamente a los vecinos de cualquier lugar, siendo ellos, los vecinos, los verdaderos agentes políticos, como ciudadanos, es un deber de estos últimos, los vestidos de calle, sacarles los colores por tan profusa intermisión dentro de la vida civil y política.

Y lo que la ciudadanía no puede mantenerse callada, tanto si se es de izquierdas, de centro, liberal del derechas o de las múltiples posturas políticas democráticas que haya, es que los clérigos, usando un altavoz privilegiado y un lugar alto y solemne para emitir sus enunciados, pretendan inmiscuirse en la vida social de la comunidad civil y que, encima, si se es demócrata, no se les pueda reprender duramente. No si se será el caso de este pueblo valxeritense u otro de la comarca algo habitual, pues lo ignoro, pero, en todo caso, si estos señores usan y hablan de política desde los púlpitos y las ondas en su calidad de clérigos y sacerdotes son, así de claro y contundente, un veneno para la vida política y social y moralmente responsables de la exasperante conflictividad política inveterada en algunos pueblos. No se si en éste es así, repito, pero en muchos lugares se han dedicado a emponzoñar impunemente la vida pública en este extraordinario país nuestro, de cada día. No es que se les niegue la libertad de expresión, no: ellos pueden desde las ondas hacer la presión que estimen oportuna; lo que no es de recibo es que todos y cada uno de los demócratas, tanto de izquierdas como de derechas, no les paren los pies y les digan: “señores, la política es de los vecinos, de los ciudadanos: no use la iglesia para hacer política usando su autoridad religiosa; si así lo hace: hace mal, muy mal y, por tanto, pierde usted en calidad de hombre cualquier autoridad moral”. No pecamos si les decimos que están usando el nombre de Dios en vano cada vez que hacen política.


No hay comentarios: