miércoles, 16 de abril de 2008

Borges y el ajedrez: ¿”Jaque mate” o eternidad circular?


Es de sobra conocida la relación sentimental, intelectual y emocional que Borges mantenía con el ajedrez. Aparte del célebre poema: “Dios mueve al jugador, y éste la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza?”. El sabio universal dejó patentes muestras de la perplejidad intelectual que el juego del tablero, y las piezas de movimientos limitados de ilimitados movimientos - hasta la muerte- puede despertar en él. Nació, dice, su afición por la filosofía desde que su padre le regaló el juego del tablero siendo él niño. En la compilación que hace Bioy Casares del autor se cita una leyenda, titulada “la sombra de las jugadas”. En ella, dos reyes enemigos juegan al ajedrez mientras en la campiña cercana sus hordas se destrozan en sangrienta batalla: "Llegan mensajeros con noticias de la batalla; los reyes no parecen oírlos e, inclinados sobre el tablero de plata, mueven las piezas de oro... Hacia el atardecer, uno de los reyes derriba el tablero porque le han dado jaque mate y poco después un jinete ensangrentado le anuncia: tu ejército huye, has perdido el reino". Es fácil darse cuenta la perplejidad que el juego puede despertar, sí: El enfrentamiento sin par entre dos fuerzas intelectuales puede llegar a la cainita destrucción del enemigo: jaque mate, destrucción. Mueven las inmaculadas blancas mientras el oscuro rey ha quedado sin movimientos. Hasta ahí, lo normal, lo esperable: Bergman expresó la misma idea de otro modo en “el séptimo sello”. Allí, el caballero Antonius Block se enfrenta con la muerte en una batalla perdida de antemano. Sin embargo, no es el “jaque mate” donde se encuentra la mayor paradoja del ajedrez que pudo dejar perplejo a Borges: es en otra cosa. En las tablas: Dos peones blancos persiguen al solitario rey de tenebrosa moral por solitarias estancias irreales; el rey queda arrinconado, pero aún le queda un movimiento, único, infinito, eterno, repetitivo, paradójico, circular: adelante-atrás. De repente, a los otros dos peones pierden su libertad: solo dos movimientos posibles para no dejar escapar al Rey. Partida infinita, circular: partida “ad aeternum”. Partimos de la premisa falsa de que las piezas tienen vida: en filosofía es esencial ese tipo de razonamiento. Paradójicos resultados, perplejidad filosófica: insondables preguntas sin respuestas de la condición humana. Por ejemplo: siempre me resulto interesante pensar en aquella película de “Superman” donde los padres del superhéroe volador quedaban eternamente incrustados en un espejo despedazado por el espacio sideral. ¿Cómo sería la vida de éstos, metidos en un trozo de cristal plano? ¿Serían sus gritos desesperados oídos por alguien? ¿Quién rompió el espejo? ¿Quién los metió allí? Con carácter entomológico el científico, o el filósofo, observa como el alacrán, encerrado en un cubo de cristal transparente, aguijonea malignamente contra los cristales. El científico tiene bajo control el experimento. ¿Quién manda en el juego?: Si, “Dios mueve al jugador, y éste la pieza. ¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza?”; Dijo Kasparov: “Ahora ya sabía que había entrado en un país maldito, pero no conocía las reglas del combate”. ¿Puede Dios, el filósofo o el científico controlar las circustancias del experimento? ¿No es lugar para plantearse múltiples cuestiones existenciales? Muchas pueden ser las reflexiones anejas que las circunstancias nos deparan: una reflexión sobre la moralidad del escorpión aguijoneado desde dentro y la moralidad del científico no estaría de más. Reto al escorpión que lo haga.

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