lunes, 14 de abril de 2008

Armas de fuego: Una reflexión ética


Ya he dicho en alguna ocasión que me pirran las “pelis del oeste”, las cuales hacían el papel de leyendas fundacionales de la civilización toda, aunque concretándose en la nueva nación norteamericana –porque este debate moral sobre las “pistolas y ciudadanía” tiene su sentido en base casi exclusiva a este país-. Ésta se asentó sobre unos héroes míticos y en especial el “mito del pistolero” y el mito de desenfundar no primero, si no más rápido que el contrincante: de esa forma el más rápido, además, era el vencedor moral de los duelos a muerte. A parte de que cinematográficamente la tensión dramática alargando el tiempo y el espacio de la puesta en escena, que es el elemento más interesente para mí en los Western desde el punto de vista formal (Como me hubiera gustado explicar esto a alguien si hubiera podido: aunque para el que le pueda interesar podíamos montar un cineforum o una terturtulia de cine), la cuestión es esencialmente moral. Ya reflexionó sobre ello Clint Eastwood en su mítica “Sin Perdón”: cada vez que se dispara lo que está en juego es la moral, dijo de una forma muy parecida. Dando tránsito del Cine, la ficción, a la Realidad – cuyas relaciones son realmente complejas -, en Norteamérica es habitual y legal el uso de pistolas. Yo creo que la base moral que se encierra en este artilugio denominado pistolas, ya no es tanto el uso que se le dé más o menos correcto (la defensa propia sería un argumento, por ejemplo), sino que es la esencia moral del la existencia de este artilugio. Una pistola es un objeto material que tiene como objeto único y exclusivo el matar personas. Una pistola no se fabrica para cazar reptiles, igual el Winchester no es un arma de cazar animales: es un arma creada única y exclusivamente para cazar personas (Recuerdo la película “Winchester 73”, de Anthony Mann), como la Magnun 44 de “Harry Calaham”. En España, por ejemplo, hay licencia para las armas de fuego: aunque el objeto básico de éstas es la caza de animales (lo que requeriría otro debate moral y otra reflexión ética); en Norteamérica, la licencia es para armas que tienen, única y exclusivamente, el objeto de matar personas. ¿Es ético que estas sean legales? Es la pregunta básica. Si su uso es legal dejamos en manos de personas, de ciudadanos, la decisión moral de “la justicia” que, en Norteamérica sobre todo, es un concepto ligado al de “Venganza”: no en vano muchos Westerns la figura clave es la de Vengador (“El vengador sin Piedad”, del católico y excepcional director Henry King, vendría a ser un ejemplo, así como la película “balas vengadoras”, de Samuel Fuller). El mito de desenfundar después y ser más rápido quedó desmontado en “Sin Perdón”: la peculiaridad esencial del que aprieta el gatillo de una pistola es la sangre fría; “la de quitar a una persona todo lo es y todo lo que podía haber sido”, que dice William Munny. Se argumenta que es la moralidad del que dispara la que está en juego: el uso del arma y no el arma misma. Yo no opino así: el propio artilugio es ya inmoral de por sí. Ahora bien: estos existen ¿Quién única exclusivamente pueden llevar legalmente pistolas? Yo creo que los ciudadanos no: sería por tomar a cada ciudadano como juzgador, como el que imparte la justicia de forma individual: función única y exclusiva del Estado, quien tiene el monopolio de la fuerza y el límite de las leyes. Se que la materia es compleja: en un atraco a mano armada, por ejemplo, el ciudadano puede dirimir con la pena de muerte lo que es exclusivamente un atraco con un arma de fogueo: es el ciudadano el que imparte justicia. Sin duda, es la película “Sin Perdón” un film que reflexiona sobre ello: ¿Merece el cowboy que marca la cara de una prostituta la pena de muerte que sobre el imponen las mismas al ofrecer una recompensa por sus cadáveres –por el cual acudirán numerosos pistoleros a ejecutar el encargo? ¿Queda resuelto el conflicto por el sheriff Little Bill, la ley, con la cesión de unos caballos al proxeneta? Peliculón, de veras

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