No soy yo de los hustonianos, aunque creo que por razones diferentes a las que dieron los cahieristas. Reconozco, sin embargo, que la visión del mundo que tenía Jhon Huston no difiere del todo de la que yo mantengo: no es a ello a lo que me refiero. Señala Angel Quintana (Dirigido por… nº 345) que Huston, señaladamente, era más un cineasta de la voluntad que del fracaso. Defiende este crítico lo siguiente: que la “voluntad” que tienen los personajes que pueblan sus filmes constituyen una, aunque sea pequeña, victoria moral, pese a sus indefectibles “fracasos”. La figura del “fracasado” me resulta especialmente interesante y es, por ello, el interés que me mueve para escribir aquí sobre ello. Son muchos los personajes que, al final de sus vidas, o terminan derrotados o, más bien, tienen una sensación pareja; sin embargo, es cierto como dice Quintana, que “la aventura”, pequeña o grande, cuya etiología cosntituye la búsqueda de un éxito o un fracaso, significa la victoria para Huston suficiente que dignifica a sus personajes. Victoria que casi siempre les suele negar al final, castigándoles injustamente con el fracaso. En parte esa injusticia es la que le repochan sus detractores y bien quedó reflejado por Eastwood: Huston se constituye, salvo en una sonada excepción, en un demiurgo, en un Dios de la ficción, sumamente severo. Quizá eso era lo que les molestase en cahiers, no lo sé. Las razones, las mías, por las cuales no soy un ferviente hustoniano se encuentra, quizá, en la irregular carrera del director, donde abundan buenas películas con mediocridades, por alimenticias que sean, muy indignas. Eso sí, reconozco que “Moby Dick” o “Fat City” son dos grandes películas y, como casi todo el mundo, reconozco que Dublineses es una obra maestra, por motivos que ya desvelaré más adelante. Y aunque disfrute holgadamente con los escasos minutos de “The red Badge of Courage” y tenga a la “Reina de África” como un clásico perdurable detesto a más no poder muchas cintas de Huston: “Moulin Rouge”, “Annie”, “Evasión o Victoria” entre ellas. Aunque en todo esto hay mucha unanimidad y no descubro ningún mediterraneo. Fíjense: reconozco como más magistral una película que trata de retratar al director, como “Cazador Blanco, corazón negro” de Eastwood, que casi ninguna – a excepción de Dublineses- de sus películas. Pero no es mi intención, sin embargo, hacer un juicio, positivo o negativo, de su filmografía, sino, más bien, efectuar alguna exégesis de los que yo considero importante: la relación, o aportación, que el cine puede mantener con la vida y, por tanto, con la propia filosofía: si entendemos, de alguna manera, la concepción de “la vida”, como quería Ortega, como una metafísica o, mejor dicho, como “realidad radical” del ser humano. Repito: el Cine, como arte para entender
En las cálidas noches valxeritenses, junto a las frescas gargantas durante el estío: No nos hemos sumergido en los profundos y oscuros recovecos del alma humana. Plácidas, cálidas: noches valxeritenses. Bitácora.
martes, 29 de abril de 2008
Jhon Huston: "filosofía de la voluntad" dentro de una "filosofía sobre la vida"
lunes, 28 de abril de 2008
¿Qué es ser liberal?: la vieja carraca de los obispos buscando otro son.
Vengo dando la matraca farandulera ya no sobre el viejo concepto decimonónico del liberalismo si no, más bien, sobre el adjetivo espiritual de “liberal” aplicado a las personas “individuales”. Entrecomillo estas palabras no por razones superfluas. Pero es que la empanada que se están comiendo en los diarios conservadores, en especial ABC, que, a fin de cuentas, es casi el único que merece alguna credibilidad y respeto, no se porqué – yo creo que, quizá, sea porque llevo leyéndolo, junto con el El País, desde que tenía quince años-, está siendo formidable y añadiría que pasmosa. Antes de las elecciones no había un alma, quizá excepto yo, que hablase del término; pero como se han dado de bruces con una derrota electoral andan buscando cascabeles y gatos, y, lo que es peor, que no saben si el cascabel es campanillo ni el número de patas que tiene un gato son tres o cuatro. Lo que si veo de seguro es que, cada dos por tres, el ABC se desayuna con una columna o editorial a tanto de lo liberal: te deum laudamos. La vieja carraca de los obispos buscando otro son. Sentemos las bases de una vez, al menos, para los políticos que me leen y empiecen a reflexionar, sea por una vez, de algo: Gregorio Marañón era liberal; y añado aquí un párrafo para que ustedes se den cuenta, más que nada, de como habla un señor liberal: vayan aprendiendo, señores del ABC, que creo que andan tan perdidos como muchos en sus bases. A ver si, que a mi me parece que no, este párrafo que suelta Marañón se parece en algo a los que, de aquí hace nada, salían a las calle defendiendo la familia y enarbolando la bandera de un españolismo tan rancio, foclórico de fino moldeado, como carpetovetónico. Como para que traten ahora de mantener argumento de liberal, como hace las FAES, y que no ha sido, hasta ahora, más que la inveterada actitud consuetudinaria de
domingo, 27 de abril de 2008
Alicia detrás del espejo ¿Relato de un perturbado?
Sonata de Otoño, Climenestra y Electra
Sé claramente que es lo que me gusta del cine de Bergman: ello no quiere decir que, cada vez que revisito alguna película suya, ésta me vuelve a dejar estupefacto y, hasta diría, tumefacto: carne momia, arrasado, descompuesto, desconsolado, circunspecto y roto. Si no quieren llegar a tener esa sensación para después de ver una película, se lo aconsejo, no vean a Bergman: descárguense la última americanada y así en paz y, después, gloria. Habrán pasado un rato entretenido, a lo más, e insustancial, como seguro. Eso no ocurre con el cine de Bergman: prepárense para vivir el verdadero terror cinematográfico, el de las relaciones humanas desnudas: el develamiento del interior humano, la conflictiva psique de lo que el ser humano es: el propio infierno vital. No me extraña que Max Von Sydow dijera sobre Bergman que éste era una de los intelectuales del siglo XX que más sabían sobre el ser humano: eso es cierto, por lo menos para mí. En fin, que ayer volví a ver una de esas películas de Bergman, titulada Sonata de Otoño; dice Jose Antonio Navarro, interesante crítico cinematográfico que: “todo en el largometraje es perfecto formal y dramáticamente, pero en absoluto genial, vivo”. De ello yo discrepo enérgicamente, ¡protesto!. Voy a asegurar una barrabasada, aunque yo creo que con razón: la mejor película del noventa y nueve por ciento de los directores actuales vivos queda a años luz de esta Sonata de Otoño. Ya se que no soy objetivo: a mi el cine de Bergman me subyuga. Por lo pronto, y yo creo que a cualquiera que busque es su psique le puede pasar lo mismo, no es difícil encontrar en su cine las propias heridas que le horadan: como ese instrumento, no se como se llama ahora, que es como una manivela y que en su punta, como las roscas de un tornillo, se clavan en la carne propia. Lo curioso del asunto, de las relaciones humanas casi todas, las que analiza Bergman, es que esa herramienta lacerante suele ser movida por alguien. Esto viene a concluir algo, para mí, esencial en el cine de Bergman: quien causa el daño psicológico último, el causante, no es solo el propio, uno mismo, sino que, habitualmente, es una mano prensil la que mueve, unas veces punto a punto, otras efusivamente, la manivela. Es el daño que se causan, impunemente, las personas; u muchas veces, las más, las del propio ámbito: las familiares. En “secretos de matrimonio” el director sueco ahonda el bisturí en las relaciones de pareja: de acuerdo. Pero yo encuentro que el escarpelo bergmaniano ahonda en las heridas más dolorosas, más cercanas, más intima, si ustedes quieren, las de la propia sangre. Tres son, para mí, en especial las películas tales: El silencio, Gritos y Susurros y Sonata de Otoño. No voy a entrar en la brutal “Gritos y Susurros”, donde dos hermanas que se odian a más no poder cuidan a otra moribunda; y, al final, esta última tiene como explicación de la felicidad un balancín en el bosque otoñal donde se mecen las tres hermana, balanceadas por una cuarta persona, llamada bondad y desinterés. Bergman nos deja claro después de todo, donde se encuentra la clave de tan brutal conflicto fraticida: en Climenestra, en la madre y en el juego, real o imaginado por las propias hermanas, que esta juega. En “el silencio” vemos el efecto aterrador ya en ausencia total de Climenestra: Bergman nos muestra la incomunicación entre unas hermanas que viajan a un extraño país sumido en una guerra física, que es el infierno psíquico interior que desemboca en la humanidad toda y su nihilismo aterrador. El silencio no es solamente el de Dios y que tanto aterraba a Bergman: el silencio es, además, al que los humanos, entre sí, se someten lacerándose psíquicamente. Yo puedo ver, creo que quizá por heridas propias que no vienen a cuento, la continuidad entre estas tres películas que refiero. En Sonata de Otoño el conflicto entre Climenestra y su hija estalla por completo. En este caso las hermanas han desaparecido, pero sin embargo, el enfrentamiento desconsolado es, simplemente, brutal, descorazonador, sin esperanza. Es muy natural que, para muchos, el cine de Bergman sea insufrible, aunque para mí sea formalmente prodigioso, como dijo Unamuno al tanto de su Abel Sánchez: “las gentes huyen de la tragedia cuanto ésta es intima”. Y es que, las Climenestras llegan a ser atroces, pues se dedican a mover, posiblemente de una manera involuntaria -y no se de que modo moralmente reprobable-, de una manera realmente dañina la manivela que horada el cuerpo royendo la parte más débil de la "persona": su equilibiro afectivo y emocional. Y es un circulo repetido, circular y eterno que los griegos estudiaron de modo mayestático: Es la tragedia de Electra.
sábado, 26 de abril de 2008
Miscelánea escrita por un buscador fluvial
Voy a decir sobre mí algo que hasta la fecha nunca había dicho: soy un buscador fluvial. No voy a ocultar a nadie que he recorrido sendas fluviales de belleza inusitada. Desde sabios ríos fronteros, hasta las cristalinas aguas del Xerete. No sin más aprendí a nadar, e hice mi bautizo en la vida, en muchos sentidos, en las aguas luminosas de fondos transparentes; como también, he de decir, que luengas caminatas he hecho sobre arcillosa ribera de lento, oscuro y profundo río de peligrosos torbellinos. Conocedor soy, y bastante por cierto - más que nada por ser yo un andador nato y por pillarme, como quien dice, a tiro de piedra-, de aquella cuesta del Zulema que dista poco de la gran Compluto. Lugar en el que, como refiere Cervantes, por boca del señor cura, se encuentra encantado el moro Muzaraque que cabalgaba en cebra o alfana. Aquel río, frontera de cultura, y de sabio recorrido por humanistas ciudades fue por mi pateado en mi niñez y, en alguna ocasión, como diablura hube de subir al Zulema por donde el polvorín militar se encuentra, cruzando el puente nuevo y divisando los pilares que, posiblemente, fueron derruidos con ocasión de los zambombazos que “El Empecinado” expelía contra en invasor que profanó nuestros templos, vituperó nuestros cálices, destruyó tumbas magníficas y ocupó nuestras sagradas plazas. Buscador de río soy, como he dicho; y en las riberas donde los enamoradizos Elicio y Erastro sometían a desdenes a una hermosísima pastora Galatea y a otras ninfas preciosas yo salté a la comba. Cuenta Borges en su relato El inmortal que en el último volumen, de los seis que existen, en cuarto menor de
viernes, 25 de abril de 2008
All about Espe (Todo sobre Espe)
He de reconocer que Esperanza Aguirre es una gran actriz. Como es obvio, su interpretación más conocida y famosa ha sido la de Eva Harrigton, claro está, interpretado en el mundillo de la política: Se acuerdan ustedes de la cara de corderillo desangelado que ponía cuando los intrépidos reporteros del Caiga quien caiga la sacaban a las pantallas domingueras de después de misa. Igual, igual que cuando Eva, al desnudo, acudía a los camerinos de la gran Margo Channing en la famosa película all about Eve de Manckievicz. Fíjense, que ocurrencia, pensando sobre ello se me ha ocurrido una escena para el Guiñol: La vicepresidenta de
Pero bueno, eso es otro tema, el de hoy es el de Eva-Esperanza. Esta señora, ¿Liberal?, que firma acuerdos maquiavélicos con Monseñor Rouco (el poder de las Ondas valetudinarias en las tiendas tradicionales, que aún quedan, de Pontejos). Acuerdo suscrito en la Comunidad de Madrid, por lo pronto, del que discrepo enérgicamente. Ven ustedes los que les vengo diciendo sobre las teocracias: pues, sí, estos señores jerarcas purpurados quieren colocar digitalmente hasta sus sacerdotes en los comités éticos de los Hospitales. ¡Macarena! Y porqué me opongo a ello: lo expreso sucintamente porque necesitaría más espacio, pues, entre otras miles de cosas, porque estos señores sacerdotes no están preparados para debatir o aconsejar sobre materias de la vida: por lo menos así lo veo yo. Su formación no es la adecuada para debatir temas éticos: pues estos señores no saben de vida de la misa a la media. Por lo pronto, su formación escolar se hizo en seminarios donde, sobre todo, faltaba la mitad – y para mi más bello elemento- de la vida: Las Evas, no solo las Esperanzas Aguirres, sino las Carmen Chacón y otras muchas y admirables mujeres les faltaron como compaeñras de pupitre: Esas que, como les han inoculado, nos hicieron, gracias a Dios, morder de la manzana de
jueves, 24 de abril de 2008
"Los comulgantes" y "la Verguenza": al tanto del cine de Ingmar Bergman
La busqueda de la Verdad usando la imágen cinematografica:
Se que para algunos de los que me leen la política no es una de sus principales preocupaciones; antes al contrario, yo creo, como muchos, que la vida pública no está referida solo a esa politización tan infecunda promovida por los medios de comunicación, precipitándose en la novísima pantalla plana. No: para muchos no deja de ser hasta un run-run molesto en las sobremesas. Por ello, trato de hablar de cine, pues para muy buenos amigos míos esta si que es una materia interesante. Por eso, hoy, voy a hablar de cine, de filosofía y de Ingmar Bergman. Me es muy difícil hacer una presentación adecuada del que, para mí, es esa máscara llamada Ingmar Bergman. Si, de veras, existe un cine intelectual este es el del director nacido en Upsala; aunque, es cierto, debemos reconocerlo, su cine no es miel que puedan todos degustar. Si es posible afirmar, en cambio, que, a poco que se muestre un mínimo de interés mayor por las preguntas que por las respuestas, puede sorprender a algún desprevenido y que, éste, sea atrapado “dentro del campo” Bergmaniano, como es mi caso. Te doy
miércoles, 23 de abril de 2008
Empanada liberal: perdón por un cariñoso denuesto
Como andan las cosas por el partido de
Releyendo a Marañón
http://www.abc.es/20080423/opinion-firmas/releyendo-maranon_200804230248.html
vuelve la burra al centro:
El liberalismo no es pecado:
http://www.abc.es/20080423/opinion-editorial/liberalismo-pecado_200804230248.html
martes, 22 de abril de 2008
El cine de Eastwood: mirar la vida con ojos humanos
Con el cine de Clint Eastwood tengo contraído una deuda muy especial, emocional diría. Me es muy difícil quedar reflejado aquí, en el espacio habitual en que suelo escribir mis artículos, los elementos del porqué las películas de este director me tocan la fibra. Sé que hay muchos directores más… como lo diría ¿Complejos? ¿Profundos? ¿Intelectuales? No sé: ahí están los Bergman, los Dreyer, los Ozu y algunos muchos otros que se encuentran en mi lista; sin embargo, ¿Qué es lo que tiene el cine de este señor que me llena tanto? Realmente, sí, se lo que es, pero no voy a desvelarlo por ahora… con paciencia llegaremos, si ustedes me quieren acompañar, a esas riberas sombrías que acompañan los páramos de sus arrugas: las de Eastwood, me refiero. Por lo pronto empecemos por lo emocional; y lo emocional es que desde chico tengo yo el silbido del Dólar incrustado en mi consciente, en mi subconsciente y en no se que parte más del Ello, del Yo y del Superyó. Creo que debía andar metido en el seno materno y los látigos, martillos, silbidos y galopes de Morricone ya eran escuchados por mí en sonido HI-Fi, que era por el que entonces mandaba, junto con el disco de los Eagles, de los Status Quo, Santana, Manolo Escobar y de los nuestros representantes de Eurovisión, cuando España era, por entonces, como una república báltica. En fin, que aquellas películas de Leone eran, por entonces, el orgullo patrio almeriense en España: y, claro, yo por entonces pensaba que las películas las hacían los actores principales y no los directores; bien recuerdo el lugar, y los cines, donde vi la alguna de
lunes, 21 de abril de 2008
Sartenazos, pobres Valbuenas y madres San Sulpicio
Muchos me diréis que porqué este blog, que lleva por título ética y filosofía, habla de política: que me encierre, argüiréis, a la reflexión teórica o contemplativa de la “idea del bien” y que cierre el pico en los asuntos donde los que suelen hablar son los más politizados. Aunque en esto último, en que cierre el pico, lo llevan claro. No está demás decir que desde hace ya algún siglo la ética, como la filosofía y la política se encuentran en el mismo saco: la razón práctica: por ello, hablar de política es una labor también del filósofo, por más que haya quedado encerrada esta disciplina en las penumbras del lugar que no es suyo totalmente: las aulas universitarias. El lugar de la filosofía y la ética se encuentra en las calles, en los foros y en la arena política también. Aquellos que eran llamados así (sophós) tenían una virtualidad: solían ser viajeros de paso que se asentaban en alguna polis populosa: no participaban en la vida política, pero sin embargo eran escuchados. Más que nada, porque su postura “cosmopolita” hacía que su mirada sobre las cosas se elevara desde cotas más altas que los propios oriundos del lugar acertaban a ver: así ha sido siempre. En fin, no era de esto de lo que iba a hablar, sino de otra cosa, aunque creía necesario justificar el porqué del sobre titulo. Iba a hablar de la tundra que se está metiendo en el Partido Popular y que, aquellos que me han leído con anterioridad, saben que estaba predicho. En más de una ocasión he referido el “todo revuelto” que se encontraban en dicho partido: por fin está apareciendo. Sólo que ha hecho falta que perdieran “dos” elecciones para que se dieran cuenta de ello o, a menos, lo pusieran de manifiesto. Voy a reconocer que el discurso de Rajoy en Elche no ha tenido desperdicio, y es una clara muestra de lo que se está cociendo en el partido. Durante la pasada legislatura sus huestes no eran capaces de alcanzar a ver lo que ocurría, y no les quiero llamar sandios –no sea que alguien se lo tome a mal-; y no veían, o no querían ver, ciegos, porque deseaban volver las ollas de Egipto, que si fueron regalonas, fue más porque no acertaban a mirarse el ombligo, felices y contentos, y se dedicaron poco a elucubrar sobre la moralidad de sus acciones y sí a ver vigas en ojos ajenos. En fin, que por fin se han descubierto el manto, y no se ven más que vergüenzas. He de respetar en todo momento a un partido como el Popular; eso sí, de ahí a no decirles lo que pienso va un largo trecho. Desde hace mucho tiempo vengo señalando, unos 7 años quizá –vamos que esto no es una reflexión nueva en mí y si compartida por otros como yo- la doble moral que en su seno advertía: por un lado, las tesis Calvinistas en lo económico y, por otro, las tesis ultraortodoxas de la jerarquía Católica. Así Esperanza Aguirre va de Margaret Thacher, de “liberal”, y en cambio nos trató de meter una norma educativa aprobada por el Concilio de Trentro Católica: esto es, que ni siquiera ella misma, en su fuero interno, se aclara cual es su tendencia ideológica. Y es que esas tesis, señoras y señores, casan mal. El viejo partido liberal Canovista se funde con el partido Conservador; de ahí salen un “totum revolutum” de ideas (liberales también los hay en el PSOE, por cierto); a su vez en el Partido Popular se le añaden los chabacanos, con perdón, y aquellos que no tienen más idea política de España y sobre España que la que colocan en un llavero: vamos, esos señores, que son legión, saben de política tan solo, lo que es hacer
Francisco Delicado: autor de la Lozana Andaluza
Viendo que se hace próxima una fecha importante, día del libro –fecha conmemorativa de la muerte de los dos mas geniales escritores y sabios que han sido paridos: Cervantes y Shakespeare- voy a hablaros de otro autor que por aquellos años, un poco antes, la verdad, no sabemos si anduvo o no por estas tierras valxeritenses. Que aquí residiera es lo de menos, sino a lo más, es despertar la imaginación de que así fuera y traer a colación aquí tiempos históricos y culturas ante las cuales, si ahora cayéramos, sería como caer en Marte, por decir un planeta que en otro tiempo se consideró como habitado por civilizaciones varias. Yo creo que ya a nadie le cogerá por sorpresa advertir que una de las épocas históricas que me parecen más apasionantes son lo que hispanistas reputados vinieron en llamar “Siglo de Oro”, y que, a mí, me ha gustado estudiar como Renacimiento español y Barroco español. Son, sin duda, los debates doctrinales y teológicos que en las Universidades españolas se mantuvieron la mar de divertidos, escolásticos y salados: Allí eran todos como “maestros Ciruelos”, catedrático sin parangón en la egregia Universidad, y las recitaciones y reparaciones eran como para no perdérselas, de lo disparatadas e infecundas que eran las más de las veces. En fin, he intentado seguir la pista de Francisco Delicado, autor de
El caso es que he leído en alguna página, yo creo que equivocada, porque eso es difícil de saber, que Francisco Delicado, discípulo de Nebrija –lo que me hace colocarle como estudiante en Alcalá o Salamanca-, actúo en
sábado, 19 de abril de 2008
En tiempos de Galdós
He de reconocer que la política en algunos sitios es carpetovetónica. Esto no es de hoy, no es nuevo. Leo, por ejemplo, en la novela de Galdós “Misericordia”, cuando
Hablar de política y Generación del 14
Alguno de los lectores que puedan navegar por estas páginas pueden pensar que estoy ideologizado y, por tanto, politizado. Nada más alejado de la realidad: la política me interesa bien poco. Claro es, me refiero a la política a la que habitualmente los mediocres, porque no tienen nada mejor que hacer, se suelen dedicar. Vamos, que la política me importa bien poco en ese aspecto, como he dicho. No así los debates éticos o morales que ante ella se suscitan: por eso no hay ningún partido político en especial al que yo me siento más afecto, como pueda parecer y me cansaré de repetir. Es muy posible que los que no me han leído nunca se lleven una falsa impresión por ello: que mis más furibundos ataques se los endose al Partido Popular no quiere decir, por ello, que alguno de sus partidos adversarios me sean más simpáticos. Algunos eso ya lo saben: lo que pasa que están acostumbrados a ver la política de una manera tan maniquea y misérima que no saben reconocer a un raro espécimen que piense por si mismo y en segida buscan encasillar al descasillado: con Ortega trataban de hacer lo mismo. Hay algunos que ya me han leído mucho más y que saben por donde me encuentro: Centro liberal y, a la vez, progresista. Se que esos conceptos son difíciles de entender para los que, metidos en política, han leído, sin embargo, bien poco sobre ella. No es raro encontrar habitualmente a personas que hablan de política y de España y que, a la vez, leen bien poco. Cuántos hay que ignoran casi al completo la densa y prolija Historia Social y Política Española de los últimos dos siglos. Hay incluso muchos que se quedaron en
Reflexión ética filosófica sobre el capítulo XXVII del Quijote I
Como creo que puede ser de interés a los posibles lectores voy a añadir y extractar un comentario que J.M. Moisés Sánchez Pérez, profesor de Filosofía y letras, en Quintanar de
Son muchos los temas que nos sugiere este capítulo desde la reflexión ética; poro por mor de la brevedad sólo quisiera acentuar dos temas con relaciones interesantes desde un ámbito intelectual y tratar de relacionarlas con problemas actuales en una visión actual.
La base del discurso de Don Quijote es, por tanto, hacer ver que el uso de las armas es un tema principal, sobre todo para alguien como él quien las toma en dos sentidos: para hacer un mundo más justo y como base de su búsqueda de la perfección moral personal. De esta manera se puede entender mejor que Don Quijote elabore un discurso contra el uso de las armas por cuestiones tan triviales como el caso de los que los toman para sofocar una burla, pues considera que este uso degrada el uso de las armas solo con fines moralmente aceptable (¿Cascos azules por ejemplo, no sé?)
viernes, 18 de abril de 2008
Interpretación contra maledicentes del capítulo XXVII del Quijote
Creo que la obra de Cervantes, y en especial “el Quijote”, es de obligada lectura para todos los españoles: de hecho, creo que no hay mejor defensa del españolismo que esa, su lectura y, aún más allá, su correcto entendimiento. No es difícil de encontrar a muchos que alardean de españolismo y que, a lo sumo, solo saben cuatro “latiguillos” históricos del todo incorrectos para comprender la sociología de una época, 800 años de medioevo español, por ejemplo, se zanjan con una “guerra de religión” constante; cuando de todos es sabido que las “tres culturas” convivían con mayores tiras y aflojas en el día a día; vamos que en 800 años hay muchos días y muchas gentes. En fin, no era eso a lo que iba: iba, especialmente, a la ignorancia morrocotuda que aún existe sobre ese libro tan magnífico que se llama “Don Quijote de
Capítulo XVII
Donde se da cuenta de quiénes [*] eran maese Pedro y su mono, con el mal suceso que don Quijote tuvo en la aventura del rebuzno, que no la acabó como él quisiera y como lo tenía pensado.
Afirma Riquer que ese Ginés de Pasamonte es el autor escondido que en venganza escribió la versión apócrifa y que, Cervantes sabía quien era: pero por no revelar su nombre se venga de él en la segunda parte haciéndole responsable de la perdida del rucio y le presenta como un embaucador. Cervantes, como algunos, estaba cansado de tanta molicie como abunda y tanto malintencionado. Pero, en fin, eso es lo de menos: lo más importante es que Don Quijote aparece en ese capítulo como un consumado especialista para resolver conflictos bélicos, haciendo un discurso sobre
El pesimista lúcido
Voltaire se choteaba, con acertada razón, de la aseveración que hacía Leibniv sobre que vivíamos en el mejor de los mundos posibles: esto fue llamado, oportunamente, como “el optimismo” de Leibniv. Es muy posible que, como acierta a decir Julían Marías, esta aseveración del filósofo nacido en Leipzig haya sido por regla general muy mal entendida, y ofrece argumentos razonables para ello. Sin embargo más simpática, en contraposición, es la obra que refuta las teorías sobre el optimismo: “Cándido”, donde el propio autor de la idea filosófica tratada tiene un personaje propio –el sabio Pangloss-. No se hasta que punto vivimos en el mejor de los mundos posibles, porque lo ignoro y, aún, si otros mundos mejores pueden ser posibles (aunque sostengo con firmeza que es un deber moral, al menos, intentar un mundo mejor: aunque quede uno apaleado, amoratado y amojamado como Alonso Quijano, el Bueno) . No voy a introducirme en arduos debates sobre ello: me quedo con la simpática obra filosófica de Voltaire, que graciosamente se mostraba como “un pesimista”: quien pueda, que la lea. No, no, ni tampoco voy a hacer una diatriba filosófica del manido tema del “optimismo” y “el pesimismo”: aunque nunca está de más traer a colación lo que otros muchos pensaron sobre ello, para que, así, cuando se hable, se haga con ciertas nociones. No ha sido, continúo, este francés enciclopedista ilustrado el único que ha seguido la senda del “pesimismo lúcido”: más cercanamente otro francés, y director de cine, llamado Robert Bresson, acertó a definirse de esa manera o, también certeramente, otros -Jean Cocteau- le calificaron como un“pesimista alegre”. El nihilismo de este autor alcanza cotas difícilmente soportables: es la escéptica mirada que el autor lanza sobre el mundo. Otro lúcido, simpático y sabio señor, José Saramago, es de esta estirpe de la que estoy hablando: pesimistas, lúcidos y alegres no obstante. Siguiendo el itinerario marcado en este misceláneo artículo sobre la materia así intitulada no voy a negar una evidencia de Pedro Grullo: me apasiona el cine de Stanley Kubrick. Hay muchos directores que necesitan dos y tres horas para no contar absolutamente nada; en cambio, el cineasta newyorkino, en menos de una hora y cuarenta minutos narra, en su obra maestra más apabullante (senderos de gloria), una historia que te llega hasta las entrañas y que te hace retorcerte en el sillón, butaca o silla. ¿Otro pesimista quizá? Al escribir este artículo estuve dando vueltas sobre la fotografía que iba a dejar para arriba: la de los soldados atrincherados en espera de la segura e inmediata muerte, la del general Staff –lo que mostraría mi mas hacendado pesimismo- o la de la iba ser la esposa del cineasta cantando a los desdichados soldados: ¿Hay lugar para la esperanza del género humano? Lágrimas sinceras caen por mis mejillas al recordar la última escena de la película: hay esperanza después de todo. Sin embargo opté por la primera: soy un “pesimista lúcido”. (Vaya creo que al final si hice una diatriba sobre la materia).
jueves, 17 de abril de 2008
El PP comienza la guerra del agua
Leo en el diario "El País" a fecha de hoy el siguiente titular: el “PP comienza la guerra del agua”. Me quedo atónito y no soy capaz de leer más y, por ello, mi mente o pensamiento se transforma en un cúmulo de imágenes encadenadas. Perdonen ustedes por la performance: me convierto en badajo de campana calandina y desde el torreón de una iglesia de tan buñuelesco pueblo me impulso contra el duro metal: ¡Tolón!, ¡tolón!, ¡tolón!, ¡tolón! Despues, por arte de birlibirloque, me sitúo en un barrio newyorkino del cine negro: Desde una ventana de la calle 22 escucho a un niño junto a una boca de agua, de esas que son habituales en las calles del New York Hollywoodiense, y desde la esquina de la calle grita a alta voz la edición vespertina del diario demócrata: ¡Extra! Extra! ¡El PP comienza la guerra del agua! ¡Extra! ¡Extra! ¡El PP comienza la guerra del agua”. “Scarface”, alias caracortada, mas conocido como Al capone, y que tiene un cierto parecido a nuestro propietario del Polaris World, manda comprar con un penique el número recién aparecido; mientras, sigue su afeitado y acicalamiento en la barbería cercana. Cuando le traen la prensa, la coge, la abre, lee el titular y lo tira. Con la espuma cubriéndole media barba y con cara de malos amigos, la que siempre tiene, va hasta el teléfono de cornetilla pegado a la pared: “Soy El Jefe: no permito que se burlen de mí de esta manera, Camps, llame a Valcárcel y dígale que me llame en seguida” y corta sin esperar respuesta. Ramsom Stodard, “Attorney at law”, y redactor bisoño del Shimbom Star prepara las rotativas del pequeño periódico del oeste, mientras el señor Peabody está borracho como una cuba en compañía del médico: ya tiene el titular: “!los pequeños propietarios contra las tierras abiertas!”. Mientras, los empleados de Chisum, el gran terrateniente, entre ellos Liberty Valance y Lee Van Cleff, corean rabiosos a las puertas del liberal periódico del Far West: ¡Open Range! ¡Open Range! que en castellano lirondo significa ¡Tierras abiertas!!Tierras abiertas!. Charles Foster Kane, “alias” Wiliam Raldolf Hearst prepara la contraofensiva: 2ª edición vespertina del “el petrolero”, para Texas, del “Wall Street Jorunal”, para New York, y, así desde la costa este a la oeste, “Diario la razón” en España, abre en titulares: “Zapatero traidor”: ”Mientras yo sea presidente, no habrá trasvase del Ebro», prometió Zapatero hace sólo un mes”, en páginas interiores. Primeras impresiones de los airados votantes borreguiles afectos: “Esto son los Nacionalistas, ¡Separatistas!, pero que viven de Todos los Españoles y con la ayuda de Zapatero. ¡DÁ ASCO tener los Políticos que tenemos!”. Se estrenan por esos días “los comancheros”, Jhon Wayne en el papel de “Chisum”, el hombre que pagó a Pat Garrett para que matara al comunista de Billy el niño; mientras en “news of the march” profieren machaconamente: “los rojos dividen a España privilegiando a los Catalanes”. El gran terrateniente murciano, con sus cerezos puestos en hilera, se caga en todo los muertos de Zapatero y hecha pestes sobre las mujeres a modo de Berlusconi: a recoger cerezas ponía él a las ministras.